Somos olímpicos
- lectura de 2 minutos - 347 palabrasLa mañana empezó bien, disfrutando de las buenas vistas desde la habitación, luego de la amabilidad durante el desayuno y finalmente con el entusiasmo con el bonito viaje que íbamos a hacer hasta Olimpia de la chica de la recepción del hotel: encantadores todos los empleados.
El plan era ir a Olimpia con alguna parada en el camino. La parada fue en Lepanto, que es el nombre histórico; el nombre actual es Náufpakto. Es una ciudad pequeña y muy agradable con un castillo en lo alto al que no subimos, un puerto moderno y otro de la época veneciana y una larga playa de guijarros con muchas cafeterías a lo largo de la misma, muy animadas (raro ). Esa animación y la curiosidad por ver el parque de Cervantes y la estatua que allí tiene fue lo que nos hizo parar allí. Fue una buena parada.
Luego llegamos al hotel de Olimpia (Hotel Europa Olympia), donde comimos antes de hacer el check-in. La piscina y el restaurante (vistas) son estupendos. Una vez refrescados enla piscina, la tarde la dedicamos a lo que hace famosa a Olimpia: las Olimpiadas. Estuvimos en el sitio arqueológico, el museo arqueológico y el museo de la historia de los juegos olímpicos (todo va incluido con la misma entrada). Uno se siente abrumado por la historia sabiendo que en la antigüedad hubo olimpiadas cada cuatro años literalmente durante más de 1000 años y que todas transcurrieron allí. La extensión de la zona y lo bien conservados que están al menos los cimientos de los edificios dan una ligera idea de lo que aquello fue. Cómo no, corrimos un estadio (algo menos de 200 metros) en el estadio olímpico: es algo que hay que hacer.
También en Olimpia hay un señor que se dedica a coleccionar cosas de Arquímedes y tiene una pequeña exposición divulgativa. Un museo muy recomendable tanto para niños como para mayores.
Para cenar, volvimos al jardín del hotel, donde el ambiente es perfecto (el lugar, la música, las velas colgadas de los olivos) y la comida, está también muy buena.