Taquile
- lectura de 3 minutos - 465 palabrasHoy el día ha empezado con una pequeña aventura. Teníamos apalabrado que viniera alguien a buscarnos al hotel, y así fue. Con tan mala suerte de que en realidad no nos buscaban a nosotros sino a uno cuyo apellido sonaba parecido. En el barco nos dimos cuenta de que estábamos en el lugar equivocado.
Tras unas llamadas a Celso, en cuya casa dormimos, salimos del barco en el que estábamos y nos fuimos al adecuado. Nuestro guía, Neo, es un tipo al que da la sensación de que no le gustan ciertas cosas que tiene que enseñar, luego entendimos por qué, y tiene un sentido del humor muy irónico.
Primera parada, los Uros. Los Uros son unas islas flotantes, más de cien, pobladas por aymaras que no tiene ningún sentido que sigan existiendo. Ahora mismo son una función de teatro mala, se ve que solo viven para el turismo. Lo único que valió la pena de la visita fue el ver cómo se construye la isla, con una explicación que nos dio Marcos de cómo se construye la isla. Después de la explicación literalmente te meten en su casa y te obligan a que les compres algo (no picamos). En lo que sí picamos, error muy barato pero error al fin y al cabo, fue en ir de la isla en la que estábamos en una embarcación tradicional a la isla que usan de capital. Es tan patético el asunto que la embarcación, que tiene lugar para dos remeros, en realidad va impulsada por una lancha motora que se pone al lado. Hacen el paripé de remar y todo.
Después de eso, dos horas en barco por el lago Titicaca hasta la isla de Taquile. No contábamos con hacer una excursión tan dura (por el peso que llevamos y la altura). 3 km y 150 metros de desnivel no parece mucho, pero si partes de de 3810 de altura y llevas mucho más peso del adecuado se complica.
En un punto, nos separamos del grupo, Neo nos hizo seguir a Juana, que entiendo (aunque todavía no lo sé) es la mujer de Celso. Juana nos llevó a paso lento pero constante, como un metrónomo, a casa de Celso, que nos recibió muy amablemente.
Aquí en su casa no somos los únicos huéspedes, también hay una pareja de noruegos jubilados. Celso nos llevó a los cuatro a comer al restaurante de su primo. Todos los restaurantes aquí sirven lo mismo: sopa de quinua y trucha, además de té de moña, que es una planta que crece aquí y sabe a menta.
Por el camino, Celso nos fue contando cosas de la isla. A diferencia de los Uros, esta isla es preciosa. Si Ceci se pone mejor (se mareó en el barco), mañana la exploraremos algo más.