Primer día en Lima
- lectura de 5 minutos - 929 palabrasEntrar en Perú ha sido muy cómodo, ni un problema en aduanas, ni con maletas ni para encontrar un taxi para llegar hasta Miraflores. Nosotros cogimos Taxi Green, que habíamos leído que funcionaban bien y, efectivamente lo hacen. Nos cobraron 60 PEN (algo menos de 20€) por el trayecto y nos dejaron en nuestro hotel donde hicimos el check-in aunque no pudimos coger la habitación dadas las horas que eran.
Como aún era muy pronto, fuimos a desayunar a la Cafetería San Antonio, a unos 20 minutos del hotel, para cargar un poco de cafeína y hacer tiempo hasta que empezase nuestro free tour de liLimama. El desayuno en sí nos encantó, tanto el croissant relleno de chocolate como el zumo de naranja que estaba especialmente bueno (suponemos que por aquí toda la fruta será “tropicalmente dulce”).
El barrio de Miraflores, como nos informaron más tarde, es uno de los barrios buenos de Lima. Lima, capital de Perú, tiene unos 11 millones de habitantes y concentra a un tercio de la población del país. A parte de ser enorme, es muy desigual, con zonas buenas y ricas, como Miraflores y otras pobres y peligrosas, que nos han aconsejado que no visitemos ni de día ni de noche.
El free tour en sí, estuvo bien pero no ha sido de nuestros favoritos, ni de cerca. Tenía como punto positivo que concentraba a todos los turistas alojados en Miraflores (la mayoría) y nos acompañaba al centro en autobús para que supiéramos llegar al punto de encuentro real. Resulta que el tráfico en Lima es una cosa infernal y es mucho más rápido el transporte en autobús, que tiene un carril propio y al final acaba siendo como un metro. Va completamente hasta la bandera. De hecho el guía nos decía para entrar que “atacásemos”.
Por la mañana visitamos el centro histórico de Lima, que es bonito y está relativamente bien conservado si bien unos cuantos edificios han tenido que reconstruirlos porque los previos se habían caído consecuencia de los múltiples terremotos que sacuden la ciudad.
El guía nos dividió el tiempo peruano en 4 etapas: pre-inca, inca, colonial y republicano. Los edificios que se ven son todos coloniales o republicanos. Nos llevaron por las zonas más populares del centro: la calle Jirón, la Plaza de Armas, la iglesia de San Francisco y Santo Domingo, las antiguas murallas con la estatua de Pizarro, los principales edificios del gobierno… Las dos plazas principales, tanto la de Armas (creada por Francisco Pizarro) como la de San Martín (en honor a José de San Martín, libertador de Perú), son dignas de ver. Estaba todo muy transitado, no sabemos si habitualmente es así o es porque ha coincidido Jueves Santo. De los edificios visitados, nos gustó especialmente la antigua estación de ferrocarril, ahora convertida en Casa de la Literatura en honor a Mario Vargas Llosa y el convento de los dominicos que visitamos por la tarde. La catedral solo pudimos verla por fuera porque la cola para entrar era demasiado larga para soportarla.
Lo que menos nos gustó del tour fue que el guía no nos dio muchos datos sobre el país, centrándose quizás en lo más “salsero” como que Vargas Llosa ahora está saliendo con la mamá de Enrique Iglesias y menos en la rica historia que tiene Perú, que a fin de cuentas fue el centro neurálgico de América unos cuantos siglos. Ajeno al tour, tampoco nos convenció el cambio de guardia, los pobres soldados que tenían hoy estaban completamente descoordinados y daba pena y dolor verlos (supongamos que son los jóvenes que no les han dejado cogerse vacaciones por estas fechas).
Para comer fuimos a Tanta, un local del emporio de Gastón Acurio donde comimos FENOMENAL. Así en mayúsculas, tanto el cebiche (este con b, otros con v, aún no sabemos porqué) como el arroz con marisco estaban de muerte y los postres otro tanto de lo mismo. Además, acompañamos todo con unos zumos multifrutas que confirmaron nuestra teoría matutina de la fruta peruana.
La tarde la dedicamos a visitar el convento de Santo Domingo, que como dijimos antes era muy recomendable y guarda reliquias de los tres principales santos peruanos. A mi la que más me llamó la atención es una silla donde se sientan las mujeres que no se quedan embarazadas, para conseguir embarazo en el plazo de dos años.
Tras una breve parada en el hotel para adecentarnos, fuimos a cenar a Astrid y Gastón. Teníamos la mesa reservada desde hace mucho tiempo para el restaurante, a la carta, porque el menú degustación para cenar el primer día con el jet lag nos parecía demasiado. El restaurante en si está en el barrio de San Isidro, compuesto por grandes mansiones protegidas por grandes muros. El local es una antigua casa colonial espectacular, grande, bonita, blanca, muy bien decorada por dentro con aire contemporáneo y con más personal que comensales (y no porque el restaurante no estuviera lleno). Nos dejamos asesorar por la camarera iniciando con un pisco sour al estilo Astrid y Gaston y seguimos ya con una causa, unos tortos de pato, pez diablo y cordero. De todos los platos, sólo reconocíamos 2 o 3 ingredientes del listado que ponía la carta, así que fue todo una sorpresa. Grata, no obstante, estaba todo buenísimo y excelentemente presentado. Lo más sorprendente quizás, por lo sencillo, fue el postre que consistía en 4 mousses de chocolate hechas única y exclusivamente del grano del cacao, sin leche, mantequilla u otro aditivo. En definitiva, la cena en Astrid y Gastón es altamente recomendable.