Taj Mahal
- lectura de 6 minutos - 1072 palabrasMadrugamos mucho para ver el Taj Mahal y fue un acierto. Nuestro billete comprado previamente por internet (otro acierto) era válido para entrar entre las 6 AM y las 9 AM. Antes de las seis y cuarto ya estábamos dentro. Era de día pero todavía no había salido el sol. Ya había mucha gente, aunque se estaba tranquilo; la gran avalancha de turistas que llegan desde Delhi ocurre más tarde.
Del Taj Mahal en sí creo que lo mejor que se puede decir es que no decepciona. Por muy altas que uno tenga las expectativa, las supera. Es enorme, mucho más grande de lo que parece en las fotos, cosa que se nota al colocarse al lado. El mármol blanco exquisitamente esculpido, decorado con motivos florales con piedras de colores incrustadas; la perfecta simetría axial; la armonía del conjunto; todo eso hace que la visita merezca la pena. Es la construcción humana más impresionante que he visto.
La visita en sí empieza, como todas las visitas, en la puerta. Si no existiera el Taj Mahal y sólo existiera la puerta, también se visitaría. Tiene tres “puertas” o cosas a los lados: la puerta principal en frente, la mezquita a un lado y su simétrico al otro. Los tres edificios están hechos en mármol rojo, que contrasta. El cuarto lado es el río.
El edificio principal en sí está elevado, es decir, el suelo está varios metros sobre el terreno; en la parte de abajo hay una cripta, que no se puede visitar. Dentro del edificio en sí, se ve y se pueden tocar las paredes, decoradas muy finamente
Antes de venir a la India nos habían dicho varias personas diferentes que solo por ver el Taj Mahal merece la pena el viaje: es verdad.
Y después de eso, quedaba el resto del día. Al fin y al cabo eran las 8 de la mañana. La visita la hicimos en algo menos de dos horas.
Con parada previa para desayunar en el hotel (nos obligó el dueño la noche anterior), pusimos rumbo a Jaipur (se dice “Yáipur”), con las dos paradas programadas que teníamos: Fatehpur Sikri y Abhaneri.
Fatehpur Sikri nos sorprendió porque no habíamos visto fotos antes. Más allá de que la guía decía que era una parada obligada, y lo es, no sabíamos nada. Fue la capital del imperio mogol durante catorce años pero se abandonó por falta de agua. Lo que queda está perfectamente conservado y es impresionante. Del parking a donde llegan los coches hay que coger un autobús hasta el centro monumental, atravesando un pequeño bazar que ha montado el gobierno donde te acosan un poco los locales bien para ofrecerse como guías o para venderte productos de sus tiendas (un poco, no como en Marruecos). Una vez en Fatehpur contratamos un guía para la visita. Seguimos sin saber si era oficial o no, pero nos cobró la tarifa de gúia oficial (apuntada en la entrada del monumento) y el tour fue bueno por lo que estamos contentos con la elección. Fatehpur fue construida en 12 años a petición del que dicen que fue uno de los emperadores mogoles más progresistas. Dicho esto, estamos hablando del siglo XV y se era todo lo progresista que se podía ser. Cuenta la leyenda que fundó allí la ciudad porque consultó a un hombre que le dijo que en ese lugar una de las tres mujeres que tenía le daría un descendiente varón (no tenía hasta entonces y estaba el hombre preocupado). Tres mujeres, tres religiones: una hindú, una musulmana y una católica. Cada una con su casa ricamente decorada aunque fue la hindú la que se llevó el palacio al darle el hijo varón. En el palacio vivían unas 850 personas, de las cuales 300 eran concubinas. Tenían un hospital de mujeres, iglesia, mezquita, templo hindú y todo lo imaginable… probablemente lo que más nos sorprendiese fuesen los aposentos reales, donde el rey en verano dormía en una cama alzada unos 3 metros sobre el suelo a la que accedía por un puente desde el piso superior, estando inundada la habitación de agua de rosas para refrescarla. Los palacios están construidos en arenisca roja y están muy bien conservados. De ahí se puede pasar a Sikri, la gran mezquita. El acceso a esta es gratuito y está muy lleno… también de gente intentando venderte lo que sea. El complejo es espectacular, incluyendo la puerta más grande de la India y un mausoleo al hombre que le dijo qué hacer para conseguir un hijo, tallado en mármol. Como en casi todos los monumentos musulmanes, hay que acceder descalzo pero por 10 rupias un chico te las vigila en la entrada.
Siguiente parada, Abhaneri. No supone un gran desvío para ir a Jaipur y merece la pena verlo. Abhaneri es conocido por sus monumentos de la época medieval de los rajputs, varios siglos después de la desaparición de la dinastía Gupta, entre los que destaca el extraordinario baori escalonado, conocido como Chand Baori. Los baoris son pozos en forma de tronco de cono invertido con varias terrazas unidas por tramos escalonados. Chand Baori tiene planta cuadrada, con 19,5 metros de profundidad, doble tramo de escalones en tres de sus lados y trece niveles escalonados. El templo de Harshat Mata que hay junto al Chand Baori, formado por tres terrazas escalonadas de gran tamaño, data de los siglos IX o X. Cada día se realiza un ritual en honor de la diosa de la alegría y la felicidad, Harshat Mata, y una vez al año tiene lugar una fiesta, que dura tres días, en su honor, que atrae a numerosos devotos y comerciantes de las localidades cercanas. Las esculturas que hay en el templo recuerdan la tradición Gupta con sus danzas románticas, sus símbolos musicales y sus motivos vegetales. El templo original fue dedicado al dios Vishnú, pero más tarde se colocaron en él cuatro harasiddhi armados, conocidos como Harshat Mata e identificados como Devi Párvati.
Destino final Jaipur. Gran acierto el hotel de hoy. Un haveli restaurado con un jardín extremandamente agradable entre tanto caos indio. Aprovechamos para descansar del día intenso y para cenar nos animamos a ir al Peacock Rooftop Restaurant andando. La cena estuvo muy bien, todo lo que pedimos estaba bueno y el local tenía un ambiente fenomenal pero nos volvimos en Uber (lo de cruzar la calle andando en India es como para no contarlo). Mañana más.