Hacia la Great Ocean Road
- lectura de 3 minutos - 597 palabrasNos levantamos en los Grampians por primera vez en mi caso habiendo logrado dormir bien, lo cual mejora mucho el día luego; parece que voy saliendo del catarro. Aunque Ceci va entrando, así que se compensa.
En cuanto al día, muy temprano por la mañana, antes de las siete y media, ya estábamos en ruta. No es que hubiera mucho que hacer, pero nos levantamos así de temprano. El tiempo no acompañaba: si bien no llovía, estaba muy nublado. Eso cambia el paisaje.
El destino final era Port Fairy, donde estamos alojados en una cabaña muy apañada. Es una parcela grande donde tienen dos cabañas habilitadas como hotel. Y la parcela tiene llamas, de las de sudamérica. Es curioso ver animales de otros sitios en Australia, como que aquí no pintan.
La primera parada del día fue un volcán inactivo, su cráter: Tower Hill. Bonito, con muchos emúes campando libremente. Al final de las dos rutas que hicimos de media hora cada uno, hasta pude jugar a tirar bumeranes con un australiano con pinta de aborigen pero ya muy mezclado. Los primeros muy mal, pero luego le fui cogiendo el punto. Es divertido. Costaban 24,50 AUD. No compré (ni me presionaron para hacerlo).
Después Warrnambool. Totalmente pasable. Eso sí, echamos gasolina y fuimos a la farmacia. Tiene una playa bonita muy bien acondicionada, como todo en Australia, y una recreación de un pueblo histórico. Por eso fuimos a comer a Port Fairy.
Port Fairy es un muy agradable pueblecito balneario que se autodenomina como la “comunidad más vivible del mundo”, con casas muy bien conservadas y restauradas del siglo XIX. Lo primero fuimos a comer a un sitio recomendado en la guía, “The Farmer’s Wife”. Nos gustó mucho, comida sencilla pero bien hecha, a precios razonables. Con el estómago lleno y con el cuerpo algo más recuperado del frío exterior, fuimos a nuestro hotel, muy recomendable también, algo apartado del centro del pueblo, Cherry Plum Cottages. Son dos casitas como de la campiña inglesa, con unos campos al lado, uno de los cuales donde pastaban unas llamas. Sí, llamas. Los dueños, encantadores, nos dejaron todo tipo de aprovisionamiento para el desayuno del día siguiente y un dossier con cosas que hacer por el pueblo, que incluía hasta la carta de los principales restaurantes.
Como mejoró el tiempo y salió el sol, aprovechamos para dar unos buenos paseos. Primero fuimos a ver Griffith Island, tres caminantes de la trotamundos bien recibidos. Se puede llegar hasta muy cerca pero a la isla se tiene que cruzar andando y recorrer a pie. En total se tardan unos 45 minutos en dar la vuelta y merece la pena. Son todo playas, dunas, recorridos a través de rocas… con un poco de suerte te puedes cruzar con algún wallabie.
De Griffith Island pasamos a hacer el “Historic Walks” tour. Siguiendo el mapa de la oficina de turismo, recorrimos prácticamente todo el pueblo, viendo las casas más reseñables: el antiguo correos, la antigua biblioteca, sede del periódico… la mayoría casas de una sola planta, prefabricadas en torno a 1850.
Para cenar nos animamos a ir a Blakes, recomendado por los de la casa y la guía. El sitio se veía bien, con servilleta de tela, decoración tipo restaurante, comida rica… aunque salimos los dos con la sensación de que en Australia ir a comer a un “restaurante bueno”, no merece tanto la pena. La comida está buena pero no tanto como la venden.
Resumiendo del día de hoy, nos quedamos sin duda con Tower Hill, con Port Fairy y su Cherry Plum Cottage.