Lagos y Silves
- lectura de 3 minutos - 544 palabrasNo fue una moneda, pero decidimos ir al oeste hoy y al este mañana. Tengo hecha una lista de pueblos que ver, pero los días son intercambiables.
Lo primero que hicimos fue ir al Cabo de San Vicente, extremo de la Península Ibérica. Los acantilados están bien, pero nada realmente espectacular comparado con otras costas como, sin ir más lejos, lo que vimos después en el propio Algarve.
Visto el cabo, fuimos a Lagos. Tuve dudas sobre si elegir Lagos o Faro como centro de operaciones en el Algarve. A pesar de que Lagos es bonito, creo que elegí bien. Tiene un centro agradable totalmente adoquinado y lleno de tiendas de souvenirs y restaurantes. Todo el pueblo está pintado de blanco, que contribuye a hacerlo agradable. Comimos en Lagos en el top choice de la Lonely Planet (A Forja); las raciones, como ayer, enormes así que igual es lo típico aquí. Pescado fresco del día en ración, como digo, abundante hecho a la plancha. También fue barato.
Después de comer dimos una vuelta por el pueblo y llegamos al paseo marítimo, donde decidimos hacer un tour en barco por la costa. El tour estuvo muy bien, fue para nosotros dos solos y no excesivamente caro. La roca de la costa (creo que es arenisca) es muy blanda y eso permite que el mar la erosione fácilmente dando lugar a formas curiosas y un paisaje digno de ver, que se aprecia mejor desde el mar que desde tierra. Muy buena decisión haber dado el paseo.
Luego un tour de gallegos “nos coló” en un museo. Para tener precio de grupo hacían falta diez personas, así que ni corta ni perezosa, la guía nos dijo que éramos parte del grupo y pagamos un euro y medio cada uno en vez de tres cada uno. No íbamos a entrar en el museo, pero bueno, no está mal. Tienen una colección de monedas antiguas (y actuales), maquetas de muebles, aperos de labranza típicos y fotoso. ¡Ah!, y azulejos portugueses; de eso también tienen.
Seguimos ruta hacia la Praia da Rocha, de la que dicen que es de las mejores del Algarve. La playa es impresionante. Casi tan impresionante, pero por mal, como Portimao, que es la ciudad en la que está la playa. Lo dice la guía y acierta.
La última parada del día casi diría que fue la mejor: Silves. Silves está en el interior y es un pueblo empinado y empedrado deciliciosamente agradable con un castillo y catedral en lo alto. Lo único malo es que no pudimos entrar en el castillo y apreciar las vistas porque estaba cerrado (llegamos a tiempo, pero suponemos que estaba cerrado por ser hoy Viernes Santo, ayer jueves no era fiesta en Portugal). Pero nos gustó, y mucho. Muy agradable.
Sobre la gente que vemos, hay mucho español, pero también turismo de otras partes. Por los carteles y los nombres de los negocios se deduce que esto en verano está lleno de ingleses.
Ahora nos disponemos a dar una vuelta nocturna por Faro. Mañana más.