¡Claudio se come un cocodrilo!
- lectura de 2 minutos - 346 palabrasNuestro viaje está llegando a su fin. Hoy hemos ido desde el Camp hasta Windhoek, otra vez al Tamboti Guesthouse y otra vez hemos ido a cenar al Joe’s Beerhouse.
Empezando por el final, Claudio arriesgó: en vez de tomarse un filete de kudu o similar, decidió ir a por el menú para hombres valientes (literalmente así se llama) y tomarse una pata de cocodrilo. Como suena.
Antes de eso devolvimos el coche y conocimos Windhoek. Después de tanto lío con el coche, incluso vaciando las jerry cans dentro del depósito, no hubo ningún problema para devolverlo. Un poco más tarde de la hora acordada un señor se presentó en el Tamboti guesthouse, dio el visto bueno al coche y se lo llevó. La verdad es que es cómodo.
Por la tarde dimos una vuelta a pie por Windhoek. Al ser domingo, estaba todo cerrado, museos incluidos, así que el paseo fue un poco más aburrido de lo que nos habría gustado porque no había animación ni mucha gente por la calle. Windhoek es una ciudad difícil de calificar, se la ve civilizada, del primer mundo, pero es fea y no tiene ningún encanto. Eso sí, hay algún edificio colonial alemán que se salva, por ejemplo la Christuskirche (también cerrada) y el edificio del parlamento. Tampoco contribuye a que la ciudad tenga encanto el hecho de que tiene muchas cuestas. Parece mentira que con lo plano que es el país hayan decidido hacer la capital en una zona montañosa.
Dicho todo eso, la tarde la pasamos bastante entretenidos en una cafetería con vistas al parque del zoo (Zoo Park), donde familias enteras hacen picnics muy coloridos. Es curioso, nada parecido a algo que hayamos visto en cualquier otro lugar del mundo.
Para cenar, otra vez en taxi, fuimos al Joe’s Beerhouse. Si os gusta la carne, es de los mejores sitios que hay. El taxi era un Volkswagen viejo tuneado par hacer mucho ruido e ir muy revolucionado, pero mucho ruido y poca mecha.
Mañana volvemos a España. Ha sido un viaje estupendo.