Besakih, Sidemen, Padang Bai
- lectura de 3 minutos - 630 palabrasCuando Putu (dueña del hotel) se enteró de que íbamos a Besakih, el templo más grande de Bali, nos dijo dos cosas: qué bonito y qué lejos. Como todo en Indonesia, no está lejos en distancia, pero llegar nos llevó dos horas.
Y una vez allí, la verdad es que ni fu ni fa. Es grande, es bonito, no está especialmente bien cuidado y es claramente el más turístico de los que hemos visto en el mal sentido de la palabra turístico. Te intentan vender un guía que no necesitas con la excusas de que si no, cómo vas a saber en qué partes del templo puedes entrar y en cuáles no. No picamos.
Ni fu ni fa porque no aporta nada sobre los templos que hemos visto, pero bonito sí que es. Y grande, sobre todo grande. Se extiende a lo largo de la falda de una montaña y tiene vistas hasta la costa. Hoy, como todos estos días, estaba nublado y no se veía con nitidez, pero el mar sí que se veía al fondo. Tenemos la sensación de que hay nubes permanentes en el interior de Bali mientras que la costa más o menos se mantiene siempre despejada. Tampoco es que las nubes molesten, al contrario, refrescan…
Visto esto, fuimos a Padang Bai, donde se cogen los fast boats a las Gili y Lombok a comer. Pero fuimos por la carretera de Sidemen. Esto es lo que más nos apetecía del día a priori. La carretera de Sidemen sale en la guía y discurre entre arrozales en terraza. Algunos de ellos preciosos.
No tiene ningún pueblo reseñable en el que apetezca parar pero sí que tiene hoteles y restaurantes con vistas a los arrozales. La verdad es que son dignos de ver.
En Padang Bai comimos. Padang Bai es feo, sin paliativos, además de que no todas las calles están asfaltadas. Sin embargo, comimos bien en un chiringuito al final de la playa (salía en la guía, no fue azar) y por la playa vimos unos barcos de un tipo que nunca habíamos visto antes, como con flotadores a ambos lados. Quizá son para sentarse y tirarse desde ahí al agua cuando buceas (la Blue Lagoon en Padang Bai es un buen sitio para hacer buceo), pero realmente no lo tenemos claro.
Para volver a Ubud, en vez de ir por donde vinimos, fuimos por la carretera de la costa: dos carriles para cada sentido separados por mediana, lo nunca visto. Y paramos en una playa. Las playas del este de Bali son de arena negra, quizá por eso no hay resorts. Y están desiertas. Yo me bañé, pero me metí muy poco (ni siquiera me mojé el pelo), me dio miedo. Hay muchísima corriente y olas muy fuertes, pero lo peor de todo es que vino una ola, y cuando pasó no hacía pie cuando previamente tenía el agua por la rodilla, eso fue lo que me asustó: salí en cuanto pude.
Para cenar, Ceci me convenció para ir a un restaurante vegetariano, Zopa. Salía en la lista de los mejores sitios donde comer en todo Bali (no solo Ubud) de la Lonely Planet, pero aún así lo de que fuera un vegetariano me echaba para atrás. No porque no me guste la comida vegetariana, sino porque no me gusta el no tener otra cosa que elegir. Mis temores eran infundados: cené estupendamente y muy barato. Los mejores zumos que hemos tomado los tomamos aquí. La nota curiosa es que se cena descalzo, muy hippie todo.
Mañana abandonamos Ubud. Al final, cuatro noches aquí han sido escasas.