Borneo
- lectura de 4 minutos - 705 palabrasNos pegamos un buen madrugón para coger el minibus al aeropuerto a las 6am. Ya era de día cuando salimos del hotel. Aquí amanece temprano.
El aeropuerto de Jakarta es de lo más curioso. Apenas te controlan el pasaporte, parece más una estación de autobuses. Los pasillos que van a dar a las puertas de la terminal son abiertos y dan a jardines… muy relajante todo.
Increíblemente sólo llegamos una hora tarde a Borneo. Con lo que habíamos leído esperábamos llegar con mucho más retraso. Según aterrizamos nos estaban esperando ya los de come2indonesia, recogimos al resto de españoles con los que compartimos el klotok y nos repartimos en taxis que nos llevaron hasta el puerto donde teníamos el barco en cuestión. Los klotok son unas embarcaciones típicas locales, en las que hay en la parte inferior una cocina y un baño y en la parte superior un “espacio polivalente” que tan pronto nos hace las funciones de comedor como de dormitorio con unos colchones que tiramos en el suelo.
Tardamos un par de horas en llegar a la primera estación de Tanjung Puting. En ese tiempo nos sirvieron la comida (muy abundante y más que aceptable) y fuimos disfrutando de la brisa y vistas desde la cubierta.
Paramos en la primera estación, de las varias que hay para ver orangutanes. Veníamos avisados de lo que nos íbamos a encontrar y aún así… Y sí, está masificado, pero da igual. No te haces una idea de lo que es tener a un gorila a 30 metros hasta que lo tienes… ¡pedazo de animal! ¡Gigantes!
En la priemra estación hay un centro de rehabilitación de orangutanes. A las 15:30 les dan de comer en una plataforma y a esa hora se personan todos, peleándose por la comida (aunque en cuanto aparece el macho alfa no hay pelea que valga).
Ahora estamos atracados a un lado del río, con unas cocacolas viendo el atardecer (18h) y en breves nos traerán la cena.
¡Esto es vida!
Mientras esperábamos a la cena hemos estado hablando con Isaac, nuestro guía, que nos ha estado contando cosas del país y de Borneo en general. Por ejemplo, Borneo tiene dos tribus claramente diferenciadas, los “indonesios” y los “malayos”, cosa que ya sabíamos. Los indonesios llegaron mucho antes y vivían en la costa hasta que llegaron los malayos, que los echaron hacia las montañas. Las tribus nunca se han juntado, hablan idiomas distintos y no tienen nada que ver la una con la otra. Recientemente (desde hace unos 100 años), se han unido también los chinos, que vienen en busca de oro. No tienen mucho aprecio por los malayos los locales de aquí.
Tampoco tienen mucho aprecio a los que se dedican a la industria del aceite de palma. Justo al lado de la Reserva Nacional de Tanjung Puting (pero justo al lado, separado por una valla) está una de las plantaciones más grandes de palma del país. Se dedican a la fabricación de aceite y aunque algunos lo defienden como fuente económica, lo cierto es que se están cargando la naturaleza local, vendiéndola barata con mano de obra aún más barata. Una pena. El tema es bastante serio y no se puede hablar muy alto de ello. Según nos ha dicho Isaac, hace unos años, unos periodistas australianos que vinieron a hablar de ello acabaron con su coche quemado, las cámaras rotas y una buena paliza para ambos.
En otro orden de cosas, post cena tuvimos un paseo nocturno por la selva (desde luego no puede catalogarse de trekking lo que hicimos). Salimos con las linternas frontales y cámaras en busca de bichos… sin mucha suerte. Aún así mereció la pena ver la cara nocturna de la selva, ver unas cuantas luciérnagas, polillas gigantes y toparnos con una tarántula (que yo afortunadamente no vi).