Llegada a Marrakech
- lectura de 3 minutos - 530 palabrasHoy hemos llegado a Marrakech, una de las ciudades imperiales de Marruecos. La llegada no ha sido lo mejor. Preguntamos al conductor del autobús si alguna parada nos dejaba más cerca del hotel (un riad estupendo, eso sí) que la plaza Jamaa el Fna y sí, hay una parada más cercana. El problema que tuvimos es que es mucho más difícil llegar desde la parada cercana porque en Marrakech es muy fácil perderse, cosa que hemos comprobado por la tarde. Tan es así que cometimos el error de dejarnos ayudar por uno, que nos llevó al hotel, pero hubo que pagarle algo así como un par de euros y aguantar una serie de amenzas de cómo iba a avisar a sus colegas de la calle para que nos robaran al salir y así equilibrar las cosas. Muy desagradable.
Por la tarde, queríamos ir a ver la madraza Ben Youssef, y lo conseguimos, pero llegamos muy tarde. Yo iba siguiendo el mapa y en un punto en el que según yo deberíamos haber girado a la izquierda, había una indicación que decía de frente y, claro, la seguimos: error. Eso nos llevaba por el zoco y ahí, si no conoces, es imposible no perderse. Tras dar muchas vueltas más de la cuenta llegamos a las cinco y media (cierra a las seis) así que fuimos sólo a la madraza y nos quedamos sin ver el museo Marrakech.
La madraza es una escuela coránica donde en su día hubo hasta 900 estudiantes. Hoy en día sólo es una atracción turística, perfecto ejemplo de arquitectura árabe.
Después nos dirigimos a Jamae el Fna, centro de la vida de la ciudad. Para ir hay que atravesar los zocos, hoy sin mucha actividad por ser viernes. Nos tomamos unos zumos de naranja natural, paseamos un poco por allí y fuimos a cenar a un restaurante con vistas a la plaza y al minarete de la Koutoubia, que es similar a la Giralda de Sevilla sólo que a este sólo pueden entrar musulmanes. La plaza es fea, sin paliativos. Pero es donde la gente está, tiene muchísima vida: restaurantes con mesas corridas, encantadores de serpientes (¡!), mujeres haciendo tatuajes de henna… de todo.
Respecto a la gente, son, comparados con europeos y americanos (romanos al fin y al cabo), agresivos. Sobre todo fuera de las áreas turísticas, si te ven parado se dirigen a ti con ánimo de “ayudarte”; siempre exigen que les pagues. No os dejéis ayudar.
Y la ciudad es sucia, mal cuidada y fea, con todos los edificios de un color rojizo típico de aquí. Esa es la impresión que da la medina, que es lo que hemos visto hoy. Luego en cambio entras en el riad y es un remanso de paz. La gente, antes de venir, nos hablaba de Marrakech comparándola con Estambul. No tiene nada que ver. A mí Estambul me gusta mucho más, pero es que las ciudades no tienen nada que ver es como comparar Madrid con Nueva York, no tienen nada que ver.
Mañana más.