De Bari a Lecce
- lectura de 4 minutos - 852 palabrasHoy ha tocado explorar el Valle de Itria. Antes de salir de Bari, aprovechamos para ver el mercado del pescado que hay detrás del teatro Margherita todos los domingos por la mañana. La verdad que nos esperábamos más gente pero también hay que tener en cuenta que hoy es domingo de Resurrección y probablemente la gente se tome el día de vacaciones. La cosa es simple: al lado de los barcos, los pescadores venden los peces recién pescados al peso junto con algún que otro pulpo que tienen en grandes barreños.
Sobre las 10 salimos de Bari dirección Alberobello, primer pueblo del Valle de Itria. El sitio es extremadamente turístico pero bien merece una visita. Su principal atractivo son los trulli, unas construcciones típicas de la región que no necesitan cemento. Son realmente peculiares. A nosotros se nos dio un aire a Goreme, en Turquía. Nosotros aparcamos fuera del pueblo porque pensábamos que sólo se podría allí pero se puede meter uno con el coche hasta dentro. Lo más recomendable es darse una vuelta entre las casitas, visitar alguna por dentro (es fácil, todas se anuncian como visita gratis al trullo porque son tiendas de recuerdos) y si puedes, evitar las horas de turistas. A la salida aprovechamos para comprar orégano de Puglia y tomates desecados en un puesto local.
De Alberobello nos fuimos a Locorotondo. Si somos francos, lo habíamos incluido en nuestra lista de pueblos a visitar porque pillaba de camino y nos molaba el nombre. Resultó darnos una agradable sorpresa. El pueblo está mucho menos masificado, igual de bien cuidado y resulta muy agradable pasear por sus callejuelas, blancas. Aprovechamos que hacía buen día para comer allí en un parque unos bocatas.
Siguiente pueblo: Martina Franca, un poco más grande que los anteriores. Aquí nos falló la hora. Aunque sabemos que es así y vamos mentalizados, se nos sigue haciendo raro lo desérticas que están las calles de 13h a 16h. Nuestro paseo por Martina Franca fue por una ciudad casi fantasmagórica en la que sólo coincidimos con los 4 turistas de turno que andaban tan perdidos como nosotros. Aunque la guía dice que la mejor calle de la ciudad es Via Cavour por los palacios y antiguas casas, a nosotros nos gustó más la Vittorio Emanuele II, que pasa por el Palazzo Ducale (precioso) y llega a la Colegiata. Buscamos sin mucho éxito una cafetería en la que en teoría sirven una granita de caffé y panna buenísima así que nos conformamos con tomarnos un café en una cafetería junto a la Colegiata. Nos dio mucha pena no poder entrar porque desde fuera se veía imponente.
El tour continúa y tomamos rumbo a Ostuni, disfrutando del paisaje del Valle de Itria. La verdad que agradecimos estar haciendo el viaje en coche porque si no, nos hubiésemos perdido los campos de olivos que se alternan con trulli, prados de amapolas y margaritas amarillas. Un día primaveral muy fotogénico. Aunque no estaba en nuestro planning, hicimos un pequeño desvío para ir a ver Cisternino que según la guía es el borgo italiano más bonito. Gran ciudad en su momento, fue ahogada por la Corona de Aragón… y tanto. Yo creo que lo del borgo más bonito se le queda algo grande. Si bien es un pueblo agradable, Martina Franca y Locorotondo no tienen nada que envidiarle. Lo mejor, las vistas que tienen sobre el valle desde un parque-mirador.
Nuestro último pueblo ha sido Ostuni, la ciudad blanca. Es más grande que los anteriores y hay que asegurarse de que uno aparca en la zona adecuada y no muy lejos del centro. Al segundo intento dimos con el lugar perfecto y subimos dando un paseo hasta la Piazza della Libertá y la catedral. El nombre de la ciudad blanca le viene al pelo, es muy parecida a los pueblos andaluces. De camino a la Piazza della Libertá nos comimos unos buenos helados italianos, muy buenos, muy bonitos y muy baratos. De verdad, ¿cómo pueden estar tan buenos aquí?. Con las pilas cargadas subimos a lo alto de la ciudad a ver las vistas: el valle, el Adriático y la catedral.
Acabamos ya con el valle y de camino a Lecce nos paramos en “la playa de arena más bonita de la región”, Costa Marsale. Estaba bien. Una cala agradable pero vamos, cualquier playa española le da mil vueltas por todas partes.
El gran error del día: el hotel. ¿Cómo hemos sido tan descuidados de coger un hotel sin parking? Después de tragarnos un tráfico infernal para entrar en Lecce (hola operación retorno) hemos llegado al Abaca bed and breakfast, donde por no haber, no hay ni parking, ni ascensor, ni señal en el telefonillo de cuál es el piso. Después de probar en todos me ha abierto una señora que me ha dicho que mejor hablemos en español porque ella inglés no habla y luego que el parking no es su problema, que demos vueltas para buscarlo. Yo llevo 50 minutos de reloj esperando en el descansillo a que Claudio aparezca porque todavía no ha conseguido aparcar el coche… ¡Menudo caos!