Roma - Bari
- lectura de 4 minutos - 698 palabrasPrimer día de viaje: tranquilo pero una buena kilometrada.
Llegamos a Roma Fiumicino a las 9 am y mientras yo esperaba a por las maletas, Claudio fue a la agencia en la que alquilamos en coche a solucionar papeleos (para aquellos interesados, está en otra terminal, no ahí al lado como en muchos sitios). Nuestro coche es un Fiat Cinquecento monísimo en el que Claudio no cabe. Literalmente. Ha intentado bajar el asiento al máximo y aún así da con la cabeza en el techo. Para intentar mejorar la situación vamos con el protector del techo solar abierto pero aún así es muy gracioso de ver.
Nuestra primera parada ha sido Caserta, tardamos más de la cuenta en encontrar el Palazzo Reale o Reggia Caserta porque el trazado de la ciudad es rarísimo. Según la guía se puede aparcar gratis en la calle pero mi impresión fue que la calle estaba a tope y que casi todo eran parking de pago. Como además íbamos con maletas, la mejor opción fue dejarlo en el Parking que está bajo la gran explanada en frente del Palacio; hay que tener cuidado porque se entra desde un túnel y es fácil saltarse la salida.
Palazzo Reale di Caserta o cómo queremos imitar a Versalles. La entrada son 14€ (7€ para jóvenes) y merece la pena totalmente sacarse la entrada conjunta de jardines + palazzo. El palacio se construyó en 1751 para eclipsar el de Versalles y se considera la obra maestra de Vanvitelli. Aunque es algo distinto y está peor conesrvado, sí que es verdad que se dan un aire. 1200 habitaciones, 34 escaleras, salas, antesalas y salitas llenas de cuadros gigantescos, lámparas de oro y cristal y frescos en los techos, claramente está hecho para impresionar. Hasta hay un belén del siglo XVIII con más de 1200 personajes. Los jardines no se quedan cortos. Aunque volvemos a lo mismo de que los de Versalles son más imponentes (a los franceses se les daba muy bien el paisajimo y jardinería), estos están genial. Creemos que los locales deben de tener un pase especial porque vimos a varios que se aprovechaban de los más de 7 km de caminos para correr o algunos grupos que iban a hacer picnic. Lo más impresionante no son las estatuas que van decorando el camino, los árboles o los estanques sino una cascada que se ve desde todo el jardín. Increíble.
Para comer no podemos recomendar mucho porque picamos algo rápido en la cafetería del Palazzo. Tienen también un self service pero la comida no era muy allá.
Después de Caserta fuimos a Casertavecchia o Burgo di Caserta. Se trata de un pueblecito medieval en lo alto de una colina en el que lo mejor que uno puede hacer es darse un paseo por sus agradables calles de piedra, visitar el Duomo y dejarse llevar por el ambiente. Preciosa la carretera de vuelta hacia Caserta, que deja a los lados unas vistas espectaculares de Casertavecchia y de todo el valle… ¡hasta el mar se ve al fondo!
Intentamos ir a ver el Acueducto de Vanvitelli pero no fue posible, el GPS no lo encontraba y nosotros, aunque dimos bastantes vueltas, tampoco. El viaje hasta Bari no fue tan fácil como podría uno imaginarse, sobretodo porque los Apeninos son más altos de los que imaginábamos y nuestro Cinquecento tiene ligeros problemas con las cuestas arriba. Eso sí, es todo autopista, de Caserta a Bari no llega a dos horas y media el trayecto.
Una vez en Bari aparcamos el coche en el parking del hotel (Palace Hotel), dejamos las cosas en el cuarto y nos fuimos a dar una vuelta y a cenar. El hotel tiene una ubicación perfecta, céntrico pero sin que le afecte demasiado el bullicio. Para cenar nos fuimos dando un paseo hasta el centro por la Via Vittorio Emanuele. Muy recomendable el restaurante, bueno, bonito y nada mal de precio: La locanda di Federico (atención especial a los orecchiette al ragú y la tarta de queso al pistacho).
De vuelta al hotel hemos coincidido con una procesión de Semana Santa, menuda suerte.
A ver si mejora el tiempo mañana, hace un frío que pela.