Centro de salud
- lectura de 6 minutos - 1199 palabrasHace un frío que pela. Esta noche ha llovido y hemos empezado el día con calcetines y jersey.
La verdad que el día de hoy ha dado mucho de sí. Debutamos ya por la mañana Cris y yo en el Centro de Salud (hoy nos quedamos nosotras mientras los demás se fueron al pueblo) con un caso fabuloso maravilloso que no había por dónde coger que se llevó el premio al caso de la mañana. Una señora de 46 años que trajo Irene, una de las voluntarias de "larga estancia", desde Tahén. Venía por un dolor abdominal que hacía que llevase de baja 4 meses y que sus hijos hubiesen dejado los estudios para cuidarla. El dolor abdominal se convirtió en dos ecografías, de mama y abdomen que mostraban un fibroadenoma (patología benigna) y un quiste de ovario. Al explorarla vimos una megacicatriz y descubrimos que le habían quitado el útero por un cáncer (cosa que nadie nos había dicho hasta entonces) y finalmente encontramos su superhistoria clínica que ponía literalmente:
"No fuma. No bebe. Cirugía de útero por malignidad. Quimioterapia y radioterapia 3 meses. Transfusión de sangre hace 2 años."
Y con eso nos teníamos que apañar. Obviamente no teníamos forma de saber qué era lo que estaba mal, lo que estaba bien o nada, así que mañana la volveremos a ver por la mañana, con otro informe que tiene en casa; a ver si sirve para algo.
El resto de la mañana fue más tranquila, pocos pacientes pero de contínuo hasta las 12. Un niño de 12 años que tenía el tamaño de uno de 4 completamente contrahecho con múltiples malformaciones, acompañado todo con una epilepsia no tratada que venía a por paracetamol porque la fiebre le desencadenaba convulsiones; el hijo de la cocinera que tiene síndrome de Down y tiene muchos problemas para respirar desde hace unos días...
Cuando acabamos los pacientes, ayudamos a Macarrá (la enfermera que lleva el Centro de Salud, que nos hizo hoy de traductora y que revisa a todos los pacientes cuando no hay médico) a preparar las cajas que llevaríamos a los pueblos que nos toca visitar a Cris y a mí de tarde y después organizamos historias clínicas.
Comimos con los curas, delicioso todo de nuevo cómo no. Noodles fritos, verduras, tortilla y una zanahoria acompañada de una salsa de mayonesa, aceite y balsámico riquísima. De postre, peralón (tengo que aprender cómo se llama esta fruta). La comida se nos hizo muy amena con Father Manoch que se ríe con todo, el cocinero que no para de hacer bromas, el cura colombiano e Inés. Estuvimos aprendiendo bastante sobre las costumbres camboyanas, como por ejemplo, que los niños, una vez que dejan la lactancia materna no vuelven a ver la leche en su vida. Desayunan agua de arroz o noodles, pero no toman leche ni derivados aunque sus vacas sí que producen leche. Simplemente no les gusta y no las ordeñan. No me extraña que tengan tantísimos problemas de osteoporosis, artrosis etc
Apenas acabamos de comer preparamos la mochila y nos subimos a las motos para ir a los pueblos. Lo digo así quitándole importancia pero Cris y yo estábamos muy emocionadas las dos porque ¡era nuestro primer viaje en moto! A pesar de que la conducción camboyana no sea la mejor, puedo decir que en ningún momento sentimos miedo y creo que nuestras conductoras (nosotras íbamos de paquete) iban más despacio para que fuéramos más tranquilas.
Nos fuimos saliendo de Battambang, pasando por las casas más humildes que os podáis imaginar. Apenas son 4 paredes y un tendejón hechas con plásticos, madera y placas de uralita.
Finalmente nos metimos por un camino hacia la "selva" y llegamos a un pequeño pueblo, que parecía de documental de la 2. Las casas de madera, todas de dos pisos, el primero a medio metro del suelo y el segundo a unos 2-3 metros. El primer piso lo formaba una cabaña de madera de unos 12 metros cuadrados que servía de cocina. Allí tenían la lumbre (que nos estuvo ahumando la mitad de la tarde), las ollas y platos, algo de comida y un gran barreño de agua de dudosa procedencia de dónde cogían un cazo para beber. Al segundo piso se subía por unas escaleras de mano. Ojalá hubieseis visto al señor de 87 y a la señora de 80 trepar por ellas.
Cuando llegamos extendieron unas esterillas para que nos sentáramos y entonces nos explicaron que allí pasaríamos consulta para el resto del pueblo. Nos habían visto pasar con las motos y sabían que estábamos allí. Vimos unos 34 pacientes en 3 horas entre las dos (más rápido no podíamos ir porque sólo teníamos una traductora para las dos, que se sentaba entre nosotras para que pudiéramos ir viendo a dos pacientes a la vez).
La gente se acumulaba y las consultas eran comunitarias de modo que si llegaba alguien con reflujo y le dábamos consejos para que mejorara, a parte de su medicación. Macarrá se encargaba de gritarlos a todos los presentes. Una forma muy peculiar de pasar consulta.
Lo que fue la clave sin duda fue llevar globos para los niños. ¡Qué felices se les veía a todos! Y cómo comparten. A uno lo iba a reñir por haber cogido un puñado en vez de uno y antes de poder decir nada vi cómo corría hacia un grupo de amigos y daba uno a cada uno. De los pequeños que nos venían a ver, muchos no tenían nada grave y sólo venían a por las "pastillas". Las pastillas en cuestión son de vitamina C sabor limón y es lo que repartimos cuando vienen por un catarro leve o por un catarro inventado para pedir revisión. Esas también se las reparten entre sí.
Por cierto, un dentista por aquí haría mucho bien... también un cepillo de dientes y puestos a pedir, agua limpia.
Volvimos tarde a casa. Afortunadamente habíamos dejado la llave para los demás, que nos estaban esperando para ir a Tahén. Dejamos la mochila y subimos con Jimena en el jeep.
En Tahen (más explicaciones sobre el sitio en el dedicado a la Prefectura y sus anexos) acompañamos a los niños en su rezo de la tarde y después las vimos ensayar los bailes típicos camboyanos. En Camboya, si no eres flexible, te hacen. Su calentamiento consiste en estirar los dedos hacia atrás de todas las formas posibles ya que al final lo que tienen que hacer es de forma totalmente antinatural doblar todas las articulaciones en sentido contrario. El sábado vamos a ir a verlas (y verlos, que también hay chicos) bailar con trajes regionales después de misa.
Mientras bailaban aprovechamos para jugar con los más pequeños que andaban correteando por ahí y con Sombrita. Sombrita es una chica de 28 años que parece una niña de 8, sordomuda que sigue a Quique a todas partes (por eso la llaman cariñosamente Sombrita), la chica se comunica bastante bien y se la ve feliz.
En nuestro honor, creo, hicieron cena especial en la que se sacó hasta jamón.
Nos hemos metido todos en la cama derrotados, ya no damos para más. A ver si mañana no hace frío.