Llegada a Kotor
- lectura de 4 minutos - 647 palabrasMadrugamos para coger el vuelo a Dubrovnik. El vuelo bien, sin problemas, aunque dos cosas me han llamado la atención:
- Cero papel. La primera vez que volando con Iberia no imprimen una nueva tarjeta de embarque al facturar. Todo el tiempo con el móvil.
- Croacia está en la Unión Europea desde hace poco, pero está. No entiendo por qué piden pasaporte para ir, pero el hecho es que lo piden. El vuelo sale de la terminal 4S.
Ya en Dubrovnik recogimos el coche, un Seat Toledo blanco de gasolina. Un poco grande teniendo en cuenta que lo que había contratado era un “Volkswagen Golf o similar”, pero mejor porque somos tres (voy con mis padres) y un maletero grande viene muy bien.
Sin parar a comer ni nada, nos dirigimos hacia Perast (en Montenegro). Hay frontera, te piden el pasaporte y la documentación del coche, pero sin mayores problemas. Como no había mucho tráfico, fuimos bastante rápidos. Sorpende un poco que hay bastante distancia entre los puestos fronterizos de Croacia y Montenegro, más de un kilómetro.
Antes de llegar a Perast paramos en una curva de la carretera a hacer fotos. El paisaje es digno de ver. No diría bonito, sino digno de ver. Es todo muy montañoso y abrupto; no hay espacio para hacer un pueblo llano de más de dos calles. Y sin embargo la carretera es buena, sorprendentemente; un carril para cada sentido, pero suficientemente ancha y con buen firme. Desde el sitio en el que paramos, no lo sabíamos entonces, se veía Perast y dos islitas que tiene en frente con sendas iglesias.
Ya en Perast, dimos una vuelta por el pueblo y fuimos a la iglesia en barco (5€ por persona, para nada barato). El pueblo está cuidado, todos los edificios son de piedra antiguso barrocos, pero no son más que unas cuantas casas. Y la iglesia está bien, aunque sinceramente no merece la pena pagar los 5€. Como anécdota con final feliz, nos dejamos la guía en el faro del islote, así que volvimos a por ella y, por suerte, allí estaba. Eso nos retrasó unos 20 minutos.
Seguimos rumbo a Kotor, a donde llegamos un poco antes de las seis. Kotor engaña. Cuando llegas con el coche ves yates muy lujosos en el puerto, una muralla en frente del puerto y, siguiendo la muralla, una zona nueva en el mar donde entre otros está el restaurante Galion, donde cenamos. Digo que engaña porque desde fuera de la muralla no se ve nada y sin embargo cuando entras en ella es un pueblo precioso. Con razón es patrimonio de la humanidad.
Kotor es un pueblo medieval, con muchas iglesias y palacios, calles empedradas y sin coches. También tiene tiendas caras, cafeterías y mucho ambiente. Es muy laberintoso, lo cual hace que tenga rincones encantadores.
Nuestro hotel es en realidad un apartamento de una familia que vive en el de al lado. Está muy bien. Es más barato que un hotel y tiene vistas sobre la plaza de armas, la más grande de Kotor.
Pero nos ha quedado una cosa por ver: la muralla. La muralla de Kotor rodea la ciudad y llega hasta la parte de arriba de la montaña, donde hay un bastión. Mañana lo veremos.
En cuanto a la cena, habíamos reservado previamente en el restaurante Galion, recomendado tanto por la guía como por Tripadvisor. Y desde ahora también recomendado por mí. Una ubicación privilegiada literalmente en el mar con vistas a los yates, personal muy profesional y buena comida (muchos pescados y ensaladas).
Mañana madrugaremos para subir al bastión sin mucho calor y luego iremos a Mostar, en Bosnia, para acabar durmiendo en Croacia en la costa después de haber atravesado o rodeado el Biokovo, todavía no lo tengo claro.
Ojalá el tiempo siga acompañando (hace bueno pero tanto para hoy como para mañana había prevision de tormenta).