Semana hospitalaria
- lectura de 3 minutos - 601 palabrasHan vuelto las lluvias pero de momento no me he caído en ningún pozo. Claramente estoy mejorando.
El martes fuimos al cine a ver “No habrá paz para los malvados”. Bueno, al cine no, a la agencia de cooperación española, que proyecta en una sala todos los martes una película española de forma gratuita. La peli estuvo bien pero María y yo estábamos demasiado cansadas para apreciarla. Al salir sólo pensábamos en comer y fuimos a una pizzería a rematar la jugada.
Los casos dramáticos siguen acumulándose: una cocinera de 21 años con tres hijos ha venido al hospital con quemaduras en toda la cara, brazos y cuello al encender un horno de gas; un chico de 20 años que trabajando se electrocutó quedando con quemaduras de tercer grado y quién sabe qué más porque no tenía plata para pagarse todos los estudios complementarios….
Las curas de las quemaduras de segundo grado se han hecho sin sedación ni anestésico (salvo alguna gasa empapada en lidocaína tópica), aquello me parecía inhumano, pero ningún médico estaba dispuesto a indicarle sedación. La mujer ha aguantado estoicamente y a pesar de que se le caían las lágrimas cada vez que la tocábamos no rechistó en ningún momento.
Uno de los casos que más me marcó me lo trajo Alix. Me llamó una mañana diciéndome que una señora de los comedores estaba muy enferma y no tenía plata para ir al hospital, que si podía pasarme a ver qué tenía. Después de la jornada matutina me acerqué y me encontré con una señora deshidratada tras 10 días de vómitos y diarrea, que tenía calambres en las piernas desde hace dos días y estaba empezando a notar bradicardias y taquicardias. Yo me asusté. No era algo controlable ambulatoriamente y le dije a la señora que tenía que ir al hospital a que le ajustaran el potasio y la rehidrataran. Pero no tengo plata doctorita, me dijo ella. Yo hice lo primero que se me ocurrió. Saqué 50 bolivianos, se los di y le dije, vaya ahora mismo al hospital Virgen Milagrosa, yo estaré allí a partir de las 2:30. Le pedí a Alix que la acompañara y me fui preocupada. Resultó que Alix pensó que la iba a acompañar yo y no la llevó. En el hospital eran ya las 3:15 y la señora no aparecía. Yo estaba muy disgustada pensando que se había quedado con el dinero en vez de usarlo para tratarse, torturándome al pensar que tenía que haberla traído directamente yo misma o haberle prometido el dinero una vez aquí en vez de adelantarlo…. cuando se abrió la puerta y allí vi a la señora toda sonriente, con sus sueros, de mano de María, la trabajadora social que ya estaba sobre aviso del caso. Al ver a la señora tan sonriente me puse a llorar y tuve que salir a recomponerme. La mujer estaba muy agradecida y fue increíblemente honesta. Me dijo que le habían sobrado 20 bolivianos porque sólo le habían cobrado la consulta. Al día siguiente ya salió del hospital rehidratada y con sus antibióticos. Hay veces que una recupera la fe en el mundo.
El viernes he quedado con el sobrino de Joselino para darle una clase de violín… o algo así. La idea simplemente es quedar, ver qué hace, que estudia, orientarlo con lo que pueda. Dar clase igual suena demasiado pretencioso, no me siento cómoda dando clases a nadie. Tiene mucho mérito este chico con su violín, se merece un post a parte.
Mañana dicen que va a llover aún más. Se acercan las lluvias argentinas. Miedo me da.