Pekín y Gran Muralla
- lectura de 5 minutos - 974 palabrasBajamos a las 7 a hablar con el conserje y conseguimos reservar un tour para ese mismo día a Mutianyu y Paseo Sagrado. El tour nos iba a llevar la mayor parte del día.
Nos recogió un autobús que amenazó con dejarnos en tierra porque Claudio que había ido a sacar dinero llegó un minuto tarde. La guía se llamaba Jenny (Chinchanli en chino, así sonaba en mi cabeza) que hablaba bastante bien inglés cuando hablabas con ella directamente, pero un poco difícil de seguir cuando hablaba con el micrófono. Tras recoger a varios turistas por sus hoteles nos pusimos en marcha hacia el Paseo Sagrado, previo paso por la ciudad Olímpica, con su famoso Bird’s Nest (estadio), the Cube (piscinas) y el bosque olímpico. Ahora que lo hemos visto desde el bus, no creo que volvamos de noche. Casi se ve mejor desde cierta altura que a pie.
Sacred Way es la entrada a las tumbas Ming. En China han gobernado varias dinastías. La más famosa es la de los Ming, que para eso fue la que más cosas aportó al pueblo. Los Ming se construyeron unas tumbas imperiales impresionantes cargadas de muchos simbolismos. Están protegidas por tres montañanas y se encuentran en línea recta con la Ciudad Prohibida, al sur. De esta forma la Ciudad Prohibida representaría la cabeza del dragón (los emperadores eran los descendientes de los dragones) y las tumbas, al sur, son la cola, dejando por el medio la ciudad y un río serpenteando que formaría el cuerpo. Sacred way tiene unos 7 km de largo y se trata de un paseo de 7 km flanqueado por una serie de estatuas de marmol bastante grandes, talladas siempre a partir de una única pieza, que llevaba a las tumbas. Por el camino sólo podía ir el emperador y aquellos que tuviesen su consentimiento para venerar a los ancestros. Nos llamó mucho la atención que los emperadores de la siguiente dinastía, pagaron bastante dinero para mantener las tumbas Ming y allí tienen una piedra diciendo el dinero y soldados que habían invertido y la importancia de aprender y valorar lo que habían hecho los que habían gobernado antes que tú. Eso en España no ocurriría nunca.
Después de Sacred Way fuimos a la mayor fábrica de jade del mundo. El jade los chinos lo usan para muchas cosas, sobre todo para fines decorativos o de joyería. Pero también se hacen objetos útiles como almohadas de jade y bambú. No nos enseñaron mucho del proceso, lo que sí que vimos fue una muestra de estatuas de jade bastante impresionantes, bien hechas y muy caras. La guía insistió mucho en el valor del jade y en que allí íbamos a conseguir jade real al mejor precio posible. Ya en la tienda nos enseñaron a distinguir jade de las imitaciones: hay que ponerlo al trasluz y, si es real, tendrá una especie de dibujos característicos que son imperfecciones del mineral. Una vez sabido que es jade, lo hay de muchos colores (depende de las imperfecciones) y el que más valor tiene es el de color blanco. Entre dos piezas de jade aparentemente iguales es mejor la que suene más agudo al ser golpeada, indica que el material es más duro y duradero. Luego ya pasamos a comprar libremente y yo compré dos figuritas, un buey y una serpiente, justo los signos del horóscopo chino de Ceci y mío.
Hechas las compras nos dieron de comer: eran las once de la mañana. Compartimos mesa entre otros con un alemán de Ulm que se dedica a algo relacionado con componentes que necesitan los oftalmólogos en sus operaciones. Había otros dos alemanes que estaban allí por un congreso de astrofísica.
Comidos y con jade comprado, fuimos a la gran muralla, sección de Mutianyu. Aproximadamente una hora de autobús por carretera de montaña. Llegamos allí, subimos, vimos y bajamos. Qué vimos: la Gran Muralla. Qué no vimos: paisaje, la contaminación impide ver un burro a dos pasos. Hacía calor y había humedad, era incómodo pasear por la gran muralla. Es una construcción increíble que va siguiendo la orografía del terreno pasando siempre por las cimas de las montañas, así que no es para nada llana; al contrario, mucho sube y baja. Tenemos una foto que sería preciosa si no saliéramos desenfocados.
Pero falta lo mejor. No subimos andando. Habría sido una paliza de unos 40 minutos con un calor infernal. Subimos en telesilla. Y para bajar, aunque se podía bajar andando o en telesilla, los chinos han puesto una cosa mucho más divertida: ¡un tobogán!
El descenso fue divertido a pesar de un niño que bajaba muy despacio.
En el camino de vuelta al hotel hubo una parada más, con protesta incluida de unos americanos idiotas porque íbamos tarde. No tenía sentido su protesta dado que la guía nos había informado bien y advertido de que la hora de llegada era aproximada. Llegaban tarde a no sé donde y se bajaron antes, perdiéndose la visita a una fábrica de seda. En realidad la fábrica es sólo de demostración porque una fábrica de verdad contamina demasiado para que la dejen estar en Pekín, así que es una fábrica museo. Pudimos ver lo asqueroso que es el gusano de la seda, gusano que los chinos comen porque dicen que es muy bueno y bla bla bla. Yo nunca lo había visto en vivo y en directo y me sorprende como de un bicho tan feo puede salir una cosa tan delicada como la seda. Luego en la tienda no compramos nada, no porque no quisiéramos, que sí queríamos, sino porque realmente no vimos nada que nos gustara.
Llegada al hotel, aprovechamiento de la happy hour del club lounge, ducha relajante, exploración del hotel (tiene un gimnasio bastante completo y una sala de masajes) y cena allí mismo: hamburguesa y ratatouille.