Khot Ail Ger Camp - Ulan Baatar
- lectura de 8 minutos - 1630 palabrasSe suponía que por la mañana íbamos a ir a caballo, pero Sara no estaba para informar a nadie y los caballos no estaban allí. Pudimos ver por la mañana a Sachna llevándoselos a todo galope, digno de ver. Nos trajeron el desayuno y esta vez hubo una variación, teníamos una especie de arroz con leche al que teníamos que añadir nosotros el azúcar. A Claudio no le gusta el arroz con leche así que no tomó, pero a mí me supo muy parecido al asturiano, quizás le faltaba un poco de canela.
Después de desayunar tuvimos una agradable mañana tranquila, ¡qué bien hicimos en hacernos amigos de los niños! Primero acabamos nuestra partida de la noche anterior, que acabó ganando Ceci. Luego acompañamos a la niña al río a llenar unos bidones de agua de 25l que volvieron a casa en carretilla. El padre llamó al niño para que hicera algo, así que esperamos un rato sentados en la mesa de fuera (en manga corta porque por fin hacía calor) con la niña, a la que Ceci pidió que le dibujara el lugar. Nos dibujó las montañas, el río, el ger con su panel solar, la carretilla… y luego a Ceci y a mí nos dibujó con coronas porque somos “very nice princess and very nice prince”. La verdad es que es un amor de niña. Después cogimos el balón y nos pusimos a jugar al baloncesto, muy divertido. Todo esto mientras el padre se dedicaba a recoger las cagadas secas de los animales, un ejemplo más de lo limpios que son. Cuando nos aburrimos de jugar al baloncesto, fuimos a nuestro ger y comprobamos como había tres terneros dentro, uno de los cuales había destrozado una chaqueta de Ceci que ahora está para tirar. Entonces cometí un grave error: no cogí la cámara ni el móvil ni nada (y Ceci tampoco). Eso nos impidió tener testimonio gráfico de lo que voy a contar ahora.
Sara y su familia ya no son nómadas, pero algunas de las familias de los gers vecinos sí y precisamente hoy estaban con los preparativos de la mudanza a Kazajstán (eran nómadas kazajos). De camino Claudio y Sachna se pusieron a jugar al baseball con un palo y mierda seca. Cómo no, acabó como todas estas cosas, un proyectil de mierda en el ojo de la niña y ésta llorando. Fuimos al ger de los kazajos y había un señor mayor con una pinta muy peliculera de estos que parece que van a saber artes marciales: bajo, muy moreno (raza amarilla morena), piernas muy arqueadas y una barba dejada crecer desde la perilla que era lo mejor de su aspecto. Entramos en su ger y nos dio comida, queso, pan y té. Como no hablábamos, era un silencio un poco incómodo. Pero entonces cogió una especie de guitarra con sólo dos cuerdas y se puso a tocar. Ceci le dijo que ella tocaba el violín, lo que a él le hizo mucha gracia.
Entonces llegó el nieto o hijo y, por orden suya, puso un DVD con música tradicional kazaja. La verdad es que las ropas tradicionales de los kazajos son bonitas y coloridas y su música bailable, suena bien. El viejo se sabía todas las canciones e incluso salía en alguna parte del vídeo y se estaba animando cantando él y tocando con la guitarra. Y en esas estábamos, tranquilamente viendo el vídeo, cuando miramos para atrás y el señor se había puesto el traje kazajo, su gorro de piel de zorro y estaba bailando: ¡qué pena no haber llevado la cámara! En el vídeo salía también su hermana, que a mí no se me parecía a él, su hermana canta muy bien y es guapa. Nota para cuando lleguemos a casa: buscar en youtube a ver si hay algún vídeo de Kazajstan National Heritage.
Después fuimos a otro ger. De la que íbamos el niño nos explicaba como en ese ger tenían leche de yegua. La leche de yegua la dejan fermentar y sale una especie de cerveza de color blanco. Como no podía ser de otra manera, nos ofrecieron. Y como no podía ser de otra manera, la tomamos. Vamos a decirlo claramente: es asqueroso. Yo me las ingenié para que el niño se bebiera casi todo mi vaso, pero Ceci no lo hizo tan bien y se lo tomó ella casi todo. Luego lo pagó con una revoltura de estómago por la tarde. El brebaje al principio amarga como si fuera sidra y a partir del segundo trago sabe a pintura.
Respecto a los gers, por fuera un ger mongol y uno kazajo son iguales, no se distinguen. Pero por dentro la decoración es un poco diferente. Más riqueza de alfombras colgadas por las paredes en el ger kazajo y unos relojes estupendos que no hacían nada de ruido. Igual que los mongoles, su panel solar les da electricidad con la que consiguen poder ver la televisión, por ejemplo. El sistema de cocina es exactamente igual.
No sé muy bien en qué momento de la mañana el niño mostró fascinación por mis pelos de los brazos y deseó tenerlos él cuando fuera mayor. Va a ser difícil porque en estos amarillos no he visto pelos en los brazos.
Ya de vuelta en el ger comimos lo habitual, comestible pero comida de supervivencia, y nos vino a buscar, una chica Nora. Antes de irnos a Ceci y a mí nos pusieron unos abrigos mongoles y nos hicieron unas fotos, les hacía gracia que a mí me quedaba muy corto. La niña nos dio unos regalos, una ranita del pelo para mí y una chapa para Claudio, “for very nice prince and very nice princess”. Nosotros les regalamos dos postales dedicadas, se nos han acabado los regalos guays.
El viaje de vuelta fue horrible. Nora no conducía bien, pero el problema fue el tráfico en UB. Tan es así que dijo que el tráfico hacía imposible que nos llevara a nuestro hotel después de recoger los billetes, ya que tenía que ir a una conferencia. Parecía un poco milonga, pero todo era verdad. De hecho decidimos quedarnos en casa de Zula otra vez en vez de ir al Idre guesthouse. El tráfico en UB es el peor que he visto en mi vida y también Ceci (que ha estado en LA). La circulación es extremadamente lenta, dificultada por el patético estado de la calzada y el poco respeto a las normas más básicas de circulación como parar en los semáforos o no cortar carriles para hacer maniobras. En fin, asqueroso.
Llegamos a casa de Zula, dejamos las mochilas y fuimos a por los billetes de tren. Esta vez sí, no hubo ningún problema y todo estaba en orden. Tras dejar los billetes otra vez en casa de Zula y olvidar las postales que escribimos en el Baikal allí (siguen con nosotros sin mandar todavía), nos dispusimos a explorar UB. La casa de Zula está muy céntrica, a menos de 3 minutos andando de la plaza de Sukbatar, lo que hizo muy cómoda la exploración. Como desde el coche, a pie UB es una auténtica basura de ciudad con, eso sí, algún edificio que se salva. Uno de ellos es el parlamento, situado en un lado de la plaza, que es bonito y con una imponente estatua e Gengis Khan en la puerta. Seguimos nuestra exploración dando una vuelta por la calle más comercial de UB, que parte de un extremo de la plaza y entramos en alguna que otra tienda de cachemir. Los precios del cachemir iguales que en Europa, así que no compramos nada. Sí que compramos un recuerdo de Mongolia en una tienda de souvenirs que recomendaba la guía por fomentar el comercio justo y esas cosas. Por la calle vamos llamando la atención, suponemos que por ser occidentales.
Seguimos la exploración hasta llegar a un nuevo centro comercial que han abierto y que tiene muy buena pinta por fuera aunque por dentro todavía tiene muchos locales sin tiendas. En Europa un lugar así no se habría inaugurado sin que hubiera tiendas en todos los sitios. Nos llamó la atención la cantidad de peluquerías que había, muchas más que en España, algo realmente fuera de lo normal. Así que me cortaron el pelo en una de ellas señalando una foto de una revista para explicar como lo quería. Como a las mujeres, el peluquero hizo lo que quiso y me dejó bien pero con el pelo demasiado largo para mi gusto. Sobre el corte de pelo, proceden de manera diferente a España. Primero, el lavado anterior al corte lleva incluido un pequeño masaje capilar y facial que es de agradecer y luego, la manera de cortar el pelo también es diferente. En España el peluquero primero da el aspecto general y luego va a por los detalles (patillas, orejas, nuca) mientras que aquí el orden es justo el contrario. Experiencia positiva en general, y por sólo diez mil tugriks (unos seis euros).
Ya con mucha laca y repeinado, fuimos a una pizzeria con buena pinta a cenar. Ceci necesitaba quitarse el sabor de boca y la revoltura provocadas por el caballo. Cenamos bien, pero luego volvimos a casa de Zula y, como no, nos habían preparado cena, así que sin mayor problema yo volví a cenar un plato de sopa de pollo que estaba muy buena. La había preparado la tía de Zula, una mujer muy amable; casi tanto como la madre con su “Eat, eat, eat”. Al ver que no comíamos mucho nos preguntó si habíamos picado por ahí, como si fuera nuestra abuela.
Nos duchamos por primera vez en Mongolia y nos pudimos acostar limpios para entrar en el tren y en China como se merece: oliendo bien.