Olkhon - Irkutsk - Ulán Udé
- lectura de 3 minutos - 594 palabrasHoy ha tocado día de viaje, así que la mañana la hemos hecho relajada. Desayuno, ducha, paseo por el pueblo buscando correos (encontrado, pero estaba cerrado así que en vano) y vuelta al hotel para ver si alguien nos ha contestado por correo. De Zula seguimos sin saber nada. Nuestra segunda preocupación es conseguir un alojamiento para cuando termine nuestra estancia con Sara, pero internet se colapsa cada dos segundos y no nos deja hacer el depósito de la reserva de un albergue, así que mandamos un email al dueño, a ver si hay suerte.
Como planeado, a las 12:30 nos recoge un bus para llevarnos a Irkutsk. Mucho mejor que los anteriores la verdad, asientos más cómodos. Viajábamos con todo rusos menos un italiano llamado Stefano al que preguntaban si estaba casado y tenía hijos (nos hizo mucha gracia su respuesta a la italiana de noooooooooo, más tardeeee)
Una vez en Irkutsk, tuvimos la brillante idea de ir andando hasta el centro con la intención de parar a cenar/tomar algo en un café/robar wifi y ver si alguien había contestado. Yo ya estaba bastante nerviosa y creo que Claudio también. En el viaje de vuelta había estado buscando en la guía posibles albergues, hoteles y toures que organizar en Mongolia con tan poca antelación.
Irkutsk es una ciudad muy agradable. Es una pena que no haya fotos, pero con las mochilas era imposible manejarse y el trayecto hasta el centro nos llevó una hora larga. Primero fuimos a un sitio recomendado por la guía llamado Ca:fe, pero ya no existía, así que buscamos algún otro… como amenazaba con llover acabamos metiéndonos en un italiano muy elegante que estaba hasta la bandera. Nos dijeron que nos sentáramos en la terraza (yo creo que en parte por las pintas zarrapastrosas que llevábamos, la gente dentro iba de traje) y nos trajeron unas mantas para que no pasáramos frío. Las pizzas estaban muy buenas y agradecimos la cena.
Después cogimos un taxi hasta la estación de tren porque no aguantábamos otro tute con la mochila. Allí Claudio encontró la sala VIP, donde por 60 rublos la hora tenías unos asientos muy cómodos y wifi… y además debe de tener poderes mágicos porque ¡Zula ha contestado! ¡Que nos va a buscar a la estación! ¡Que tenemos casa en Mongolia! Ya más relajados, decidimos bajar al andén con unos 20 minutos para entrar con calma al tren.
De repente, me dio por dudar de mi propio planning y menos mal. Resultaba que en ese tren no se entraba con pasaporte directamente como creía, sino que había que sacar un e-ticket de la máquina. Fuimos a la taquilla, nos dijeron cosas por señas; atravesamos la estación y no aparecían las máquinas de siempre. Preguntó Claudio a un chico que trabajaba en la estación que hablaba inglés casualmente que qué hacíamos con nuestros billetes y nos dijo, “Come with me”. Salimos corriendo de la estación a otra, nos llevó a la máquina, imprimimos los billetes y corriendo al tren. Menudas carreras, encima con las mochilas a cuestas. Casi morimos en el intento. Aunque íbamos justos de tiempo, tampoco era para tanto porque entramos en el tren con 10 minutos de más. Aún así, no podremos estar lo suficientemente agradecidos al chico que nos acompañó hasta la puerta del vagón y se aseguró de que cogiéramos nuestro tren.
El tren de hoy es un tren viejo, pero aceptable. Compartimos vagón con un señor muy majo, que se sube a las literas de arriba sin escalera. Será mejor no meterse con él.