Krasnoyarsk
- lectura de 6 minutos - 1092 palabrasHemos llegado cansados a Krasnoyarsk. Ayer nos acostamos tarde, en medio de la noche llegaron unos a nuestro vagón (muy majos, pero interrumpieron el sueño) y hemos tenido que levantarnos pronto.
No tenemos noticias de Svetlana, así que intentamos dejar las cosas en consigna, pero está cerrada así que sacamos los billetes para mañana y volvemos más tarde. En la cola nos encontramos con dos españoles que andan algo perdidos porque usan las consignas automáticas. No los podemos ayudar porque nosotros tampoco hablamos ruso.
Después de dejar las mochilas en la estación, cogemos un bus para ir a uno de los museos. Suena el móvil. Risitas, un inglés terrible y no enterarse de nada… sí, llamaba Svetlana. La pobre mujer se ha levantado para ir a buscarnos a la estación y la hemos dejado plantada. Volvemos corriendo a la estación y allí la encontramos, una chica que ya habíamos visto antes porque iba vestida de pies a cabeza de rojo, difícil de no ver.
Nos llevó a su casa. A mí al principio me daba un poco de cosa porque todos los edificios tienen una pinta bastante cutre-insegura al más puro estilo soviético, pero luego entrando en su cuarto vemos que está bien… más detalles luego.
Nos sentamos con ella a desayunar, ahora comunicándonos algo mejor (siempre mejor en persona). Tomamos un te, café, pan con mermelada casera de malina (frambuesas) y nos acompaña a la estación de autobús para ir al centro. Ella se va a trabajar y nosotros a dar una vuelta por la ciudad, porque nos acaba de decir que como es lunes los museos están cerrados y que esa semana había habido un incendio en Stolby y por tanto el parque estaba cerrado porque los osos salen. Tal cual, sí.
Por cierto, antes de salir de casa me dio por darme una ducha rápida. Svetlana me había avisado de que no había agua caliente en todo Krasnoyarsk, al parecer algo común 10 días todos los veranos. Yo como buena chicarrona del norte (y sobretodo por motivos higiénico-sanitarios, no podía pasar un segundo más con ese pelo asqueroso) le dije que me daba igual, que fría estaba bien. Madre el agua siberiana. Al segundo aclarado del pelo me dolía la cabeza de frío y las manos casi ni moverlas podía.
Empezamos entonces el turismo con un paseo a lo largo del río Yenisei. Pedazo de río. El paseo era muy agradable, se podía seguir por un puente a una islita a donde pasa la gente en bici y patines que tenía muy buena pinta con árboles y demases… pero no pasamos porque había hambre, así que nos conformamos con ir a ver la catedral y otra iglesia y luego ya ir a comer.
Después nos paseamos por las tres calles principales: Karla Marcksa, Lenina y Mira. Svetlana nos había dicho que a las 5 acababa de trabajar y que nos llamaría entonces. Como teníamos tiempo, decidimos subir a la colina de la ciudad donde hay una capilla que sale en el billete de 10 rublos (junto a la presa del Yenisei)
La caminata fue un poco complicada porque tuvimos que atravesar un barrio un poco chungo de chabolas y luego había que cruzar una carretera con mucho tráfico sin pasos de peatones ni cosas así. Las vistas desde arriba eran muy buenas, pero la ciudad es fea, así que no se puede decir que fuesen bonitas.
De la que bajábamos nos metimos en un colegio donde vimos cómo molan los patios de los niños rusos. Tienen barras para hacer volteretas, barras paralelas, para pasar la cuerda… tienen que estar muy en forma estos niños, parece que en vez de patio de recreo tienen uno militar. Después de tanto paseo estábamos agotados y muertos de sueño, así que fuimos a una plaza a esperar la llamada de Svetlana.
Finalmente nos mandó un mensaje de que estaba libre, así que le contestamos diciendo que la esperábamos en la parada de bus de su casa.
Buscamos una floristería, pero nada. Como no íbamos a poder hacer la cena porque iba a hacer Sushi, compramos una tarta de chocolate de postre. Esperamos más de una hora en la parada de bus a Svetlana y no aparecía (luego descubrimos que nuestros móviles no mandan sms en Rusia y por lo tanto la chica no tenía ni idea de que la estábamos esperando).
Finalmente llegó con el material y una amiga y volvimos a casa.
A propósito de la casa… o de Rusia en general. No hay cultura de limpieza. Los rusos son gente sucia ellos y sucias sus casas. El reguero de mierda líquida que dejan al sacar la basura, la ropa sucia apilada en una esquina; la habitación hecha una cuadra; la cocina sin fregar desde hace al menos un mes, con las potas llenas de roña; la ducha sucia, el váter más…
Medio acicalaron un poco aquello para hacer la comida y allí nos pusimos entre todos a hacer el sushi. Cenamos todos juntos, nosotros, Svetlana y dos amigas. Nos lo pasamos muy bien, comparamos países: clima, geografía, costumbres… fue muy interesante.
Estas chicas están muy viajadas. Svetlana trabaja de administrativa o algo así en un circo de Krasnoyarsk y ha viajado por Europa de interrail y ha estado en NY, Washington, Niagara, Las Vegas… Nos contó que para las rusas es muy complicado conseguir un visado americano; al parecer tienen que presentar una foto de su novio, de su piso, una copia de su contrato de trabajo… creen que se van a America a casarse. Ya le han denegado una vez el visado por ser mujer soltera.
Una de sus amigas era azafata con una compañía de vuelos chárter rusa-turca y otra trabajaba en una agencia de turismo así que también viajaba bastante (había estado recientemente en España).
Después de la comida sacamos el abanico, postal y ala, a bailar flamenco. Y quien dice flamenco dice primera sevillana. Mis conocimientos sevillanescos son escasos y siempre que las he tenido que bailar me las he apañado copiando a la de enfrente… en este caso me copiaban a mí. Creo que la chica quedó contenta con su clase, mucho más que con el abanico, al que le doy 2 días antes de romperse con los meneos que le mete.
Svetlana es encantadora. Nos dejó su habitación para dormir y ella durmió en el salón donde yo creo que duermen habitualmente sus padres (vimos a su padre ese día por la mañana y luego a su madre al día siguiente).
Mañana vamos al Yenisei.