¡Estamos en Moscú!
- lectura de 4 minutos - 699 palabrasACLARACIÓN: Este viaje fue una continuación de nuestro fin de semana en Riga con motivo de la boda de Pablo el primo de Claudio, así que este inicio probablemente no tenga mucho sentido para alguien que quiera empezar desde Madrid.
Una vez acabados los días de boda, empezamos otra etapa. Nos levantamos prontito para cerrar maletas, desayunar y salir hacia el aeropuerto de Riga. Andábamos con los Lats justos así que al final acabamos pagando la primada en el taxi que nos timó un poco, pero que a fin de cuentas aceptó parte del pago en euros.
No tuvimos muchos controles, en la parte letona, cogimos un avión pequeñito y en un pis-pas llegamos a Moscú.
Allí tuvimos que esperar más. Bastante más. Los controles no son los de USA, pero son pesados: muchas colas, mucha gente, no hay orden, filas que abren de repente y avalanchas para entrar en ellas… Cuando fuimos a por las maletas nos asustamos un poco porque no estaban. Además en el aeropuerto no hablaba inglés nadie y en las pantallas ponía: “Riga, ask attendant”. Preguntamos a un señor en ruso (mirando el diccionario claro) dónde estaban las maletas de Riga pero como nos contestó en ruso no supimos lo que decía. A los 10 minutos salieron las maletas y las encontramos en el suelo, alrededor de la cinta donde tenían que estar.
Del aeropuerto fuimos a Moscú en el AERPORT EXPRESS, un tren que tarda 42 minutos en llevarte a una estación más o menos céntrica donde podíamos coger el metro.
Uf los rusos. UFF los rusos. Las colas. Las no colas mejor dicho ¡No saben hacer una cola! Y no es porque se cuelen, que también. Es que no saben formar una línea. Se ponen en pelotón delante de la taquilla, unos miran, otros compran, nadie se entera de cuándo es su turno… es caótico. Compramos por señas 20 viajes de metro y fuimos al hotel.
Llegamos desfallecidos, al menos yo, entre la humedad, el calor y el no haber comido nada a medio día. El hotel es un sitio cutre cutre mitad albergue mitad hotel, con paredes de papel de fumar y una entrada de chiste con mucho recodo, atravesando una cocina común (en la que cuelgan tiras de esas para atrapar moscas) salas en obras… La habitación esta limpia y el baño bien. No nos vamos a quejar mucho. Reposamos media hora en el hotel y fuimos dando un paseo hasta la Plaza Roja. Nos falló que no entramos por donde se debía, pero es que había muchas calles cortadas a los peatones y no pudimos seguir la ruta prevista. Aún así impresionante. En el diario de mañana apuntaremos más detalles porque la iremos a ver más tranquilamente. Pero sí vamos, imponente. Claudio no podía parar de cantar el himno ruso.
De ahí retrocedimos un poco para ir en metro hasta el Parque Pobedy. Ahora visto con más calma, una cocacola y un potito de Decathlon encima, podemos confirmar que sí, el metro de Moscú es una pasada. Las estaciones de mármol, con motivos soviéticos (algunos de ellos parece que los han quitado), esculturas… nunca habíamos visto nada así. La frecuencia es de 1-2min y los vagones están algo viejos.
El parque está hecho para conmemorar la victoria en la Gran Guerra Patriótica (1941-1945). Hay un gran paseo decorado con flores, estatuas con motivos de guerra y fuentes que llevan hacia un gran obelisco de 142 metros. Detrás de él había un gran museo en semicírculo que estaba cerrado así que no visitamos. Dimos una vuelta por la zona, vimos el parque, una iglesia ortodoxa que había por ahí, nos tomamos una mazorca de maíz cada uno y retiramos hacia el centro.
Nos paramos en Arbat para ir a ver una calle peatonal muy querida por los rusos (según la guía). La calle muy bonita, muy poco iluminada como cualquier calle no española de noche. Cenamos allí en el restaurante My-my (se lee mu mu) decorado con motivos vacunos. La cena típica rusa rica, sin pretensiones.
Hemos vuelto al hotel después de un duro día, estamos destrozados y los últimos trasbordos kilométricos en el metro nos han agotado.
Mañana más.