Más París
- lectura de 3 minutos - 568 palabras¡Qué bonito es París! Sobre todo cuando uno puede simplemente pasear sin tener la “obligación” de entrar en el museo del Louvre o subir a la torre Eiffel. No me malinterpretéis, las dos cosas son algo que hay que hacer alguna vez en la vida y Ceci y yo las hemos hecho por separado así que no nos hace falta.
Como el hotel está estratégicamente situado, lo primero que hicimos fue visitar las galerías Lafayette. No compramos nada. Lo mejor del centro comercial es el edificio, que tiene una gran cúpula por la que entra luz.
Luego nos dirigimos a las Tullerías, para hacer todo el paseo que va desde el museo del Louvre hasta la plaza de la Concordia. Por el camino vimos un Ferrari y le hice una foto. He hecho fotos a Ferraris otras veces, pero es difícil verlos en movimiento y, sobre todo, es difícil que el conductor sonría y pose para la foto. Me cayó bien el tipo. Pero estábamos en el jardín de las Tullerías, un buen reflejo de por qué París gusta tanto a los turistas: grandiosidad de los edificios que lo rodean, árboles primorosamente podados, el río Sena, puestecitos donde se puede comprar un croissant.
A la plaza de la Concordia realmente no llegamos. Lejos de ser una plaza peatonal que se pueda admirar, es una gran rotonda con un montón de carriles, el sitio donde se producen más accidentes de Francia. Pero eso sí, tiene un imponente obelisco, el obelisco de Luxor, un obsequio de Egipto. Insignificante ante la mano de Ceci. Queríamos hacer cosas parisinas tópicas, así que fuimos a tomar algo a una patisserie; elegimos Dalloyau. Buenísimo todo, muy dulce y mucho chocolate. El error fue no comer allí porque vamos con el horario español y no nos damos cuenta de que en Francia hay que comer a las horas que comen los franceses. Después de este tentempié fuimos a ver la Avenue Montagne, de las más caras de París: tiene mucho nivel. Y por culpa de nuestro error, acabamos comiendo por la zona una pizza porque era lo único que estaba abierto.
Aunque mal comidos, la tarde también dio mucho de sí. Vimos una manifestación (cómo no, estamos en París), vimos la torre Eiffel, fuimos a ver les Invalides (la tumba de Napoleón) y finalmente fuimos a la isla de Notre Dame. En el mientras tanto, vimos (nos habíamos llamado) a un compañero de trabajo y a su novia, con quienes quedamos a cenar pero finalmente no cenamos. No cenamos porque decidimos quedar en Chez George, pero resulta que hay varios en París y no fuimos al mismo. De hecho, al que fuimos nosotros estaba cerrado y tuvimos que cenar en un agradable bistró parisino, así que tampoco salió tan mal. En la isla de Notre Dame está la catedral de Notre Dame. No es la catedral más grande del mundo, ni la más lujosa, pero es la catedral de París. La vimos por dentro (yo nunca había estado) y me gustaron las vidrieras.
Al terminar de ver Notre Dame hacía tanto frío que yo me compré unos guantes y una bufanda. No son bonitos, pero cumplen su función: abrigar. Estábamos agotados de tanto caminar, así que nos metimos de casualidad en una cafetería que resultó ser una cocada a tomar un chocolate caliente.
Mañana más, iremos a Montmartre. Me despido con una foto del chocolate.