Y más Estambul
- lectura de 4 minutos - 656 palabrasHoy... para qué engañarnos, no madrugamos. Cuando subimos a desayunar casi no quedaba nadie. Hoy tocaba Bósforo, así que Bósforo pues. Fuimos en tranvía hasta Bakatas y de allí cogimos el funicular a Taksim como ayer y desde allí bajamos andando hacia el Palacio de Dolmahbaçe. De la que bajábamos nos cruzamos con un limpiabotas al que se le cayó un cepillo por el camino y no se dio cuenta; se lo recogimos y se lo dimos y el hombre muy agradecido quería limpiarnos los zapatos, pero no aceptamos su oferta.
De camino al palacio vimos el estadio del Besiktas (muy pequeñito por cierto) y la mezquita asociada al palacio. Dolmahbaçe es un edificio opulento. Opulento es poco. ¿Qué es más impresionante? ¿La fachada de mármol de 248m de largo enfrente del Bósforo, la alfombra de 400m2, el candelabro más grande de Europa, la escalera de cristal, las habitaciones innumerables...?Todo es de oro, de plata, de marfil... menos los baños que son de alabastro claro está. Es tan opulento que hasta resulta hortera.
La visita al palacio nos llevó más de dos horas porque tuvimos que esperar a las visitas guiadas (una para el palacio y otra para el harén).
Del Palacio fuimos a ver la tumba de Barbarroja (sí, el famoso pirata) y luego se nos ocurrió la feliz idea de ir a buscar una cosa llamada glorieta de los tilos, que se supone que es un jardín con unos pabellones creados por los sultanes que son dignos de ver. Cómo no, los mapas estaban incompletos y no salían los nombres de las calles, así que nos metimos por la colina que no era, subimos asados de calor y nos encontramos en la cima totalmente perdidos en una parte bastante cutre de la ciudad (se suponía que en el lugar estaban unos de los cafés más refinados de Estambul). Como no dábamos con nuestra posición cogimos un taxi, que nos llevó a la zona donde estaba pero no al monumento en sí. Aún así estuvo bien porque pudimos ver una de las zonas caras de Estambul (estaba Zara y vimos muchos coches de lujo). Bajamos andando hasta dar con el parque en cuestión y entramos por una lira turca cada uno (cobran por casi todo estos turcos); la verdad es que el sitio es agradable, es un parque bonito con una cafetería agradable pero es una cosa pequeña, no más grande que el parque de Isabel la Católica de Gijón, no se ve mucha opulencia por allí. Lo que sí que vimos mientras nos tomábamos una Cocacola y un café turco fueron unos patos con el pico lleno de tierra de escarbar buscando no sabemos qué.
Con las pilas recargadas volvimos al punto donde estábamos antes (la tumba de Barbarroja) y por el camino paramos a ver un palacio y el parque de Yidilz, que tenía un fitness area que Claudio se encargó de probar. Comimos en un café que había en mitad de la plaza. Yo pedí un kebab de pollo y luego Claudio pidió otro y empezó a decir yes a todo lo que decía el camarero, así que apareció con dos kebabs de pollo, dos platos de arroz, una ensalada y agua. Comimos mucho.
Seguimos nuestro paseo por el Bósforo, de hotel de cinco estrellas en hotel de cinco estrellas, entre ellos un antiguo palacio de sultanes que está un poco gafado porque se derrumba, o se incendia o similares. Al final llegamos al barrio de Ortakoy, en el que hay una mezquita que se mete hacia el Bósforo muy bonita. El barrio es agradable y pequeñito, así que acabamos pronto de verlo y de ahí volvimos al hotel (en autobus y tranvía, los dos hasta arriba de gente).
Para cenar volvimos al Amedros para despedirnos bien de Estambul. Claudio me invitó a una romántica cena con velitas y llamas (del bistec al mármol flambeado) y una fondue de chocolate de muerte.