Bergama... ¿Estambul?
- lectura de 5 minutos - 910 palabrasNos levantamos pronto para salir lo antes posible hacia Yalova. Coincidimos con unos alemanes desayunando. El desayuno fue un espectáculo curioso. Nos recibió del dueño en bañador sin camiseta (al más puro estilo pecho lobo) y nos hizo sentarnos en unas de las mesas del patio que tenía dispuestas a modo de buffet. El desayuno empezó con tostadas con mermeladas variadas, una lata que contenia miel de verdad (un cacho de panal) y los frutos que toman aquí normalmente para desayunar. Luego nos preguntó si preferíamos café o té y nos obligó a entrar a la cocina y elegir una taza porque tenía gran variedad. La composición de la mesa resultaba de lo más curiosa; era una mezcla de cubiertos elegantes antiguos con unas tazas modernas (de nescafé, otomana o dorada que fue la que cogí yo, lo cual pareció hacer muy feliz al dueño). Nos trajo una tarta de chocolate mientras Claudio se ausentaba con el Fortasec. Cuando ya no podíamos más (ni nosotros ni los alemanes) trajo un plato con fruta y luego nos preguntó que si queríamos tortilla. Todos dijimos que no, pero el dijo que la iba a hacer de todas formas para que la viéramos. Los alemanes intentaron repetidas veces largarse pero no lo consiguieron y tuvieron que esperar a que sacara la tortilla de huevo con tomate y queso, que la verdad es que estaba buena.
Una vez nos fuimos del hotel, tomamos rumbo a Çesme Çiftlikkoy, cerca de Yalova. Después de 5 horas de viaje y media buscando el hotel, Claudio decidió conectarse con el móvil a internet y descubrió que el hotel que había reservado estaba a unos 700 km de distancia, en otro Çesme, en otro Çiftlikkoy. Ups.
Aunque suene mal, la verdad es que nos alegramos porque el Mármara está muy sucio y ya habíamos comentado que nos venía mejor una noche más en Estambul y nos sobraba esta, así que tuvimos la excusa perfecta para ir a Estambul.
Fuimos a coger un ferry sin idea alguna de los horarios, ni del idioma turco, ni nada... de paletos totales vamos. Logramos enterarnos de que los ferrys a la parte europea de Estambul estaban completos y no habría más hasta el día siguiente, así que sacamos un pase para la parte asiática, todo por señas casi.
Una vez sacado el pase, llamamos por teléfono al hotel de Estambul donde teníamos reservado para los siguientes tres días para pedir una noche más, pero no había sitio. Tuvimos que ponernos a buscar en las guías un hotel que no estuviera muy lejos del otro y que tuviera una habitación disponibles. A dedo escogimos el Turkoman (no confundir con Türkmen que fue al que nos llevó el taxista).
Llegamos a Estambul y fuimos a devolver el coche al aeropuerto donde nos recibió un señor que no hablaba inglés, así que la comunicación también fue por señas. Claudio cree que firmó algo y todo.
En el aeropuerto cogimos un taxi para ir al hotely el trayecto fue espectacular. Conducción temeraria, rally, 100 km/h con calles con límite a 50 y mucho tráfico, gente y más gente saliendo por las calles... el taxista no sabía dónde estaba el hotel y pidió indicaciones por la calle, dos veces. La primera le llevó al Turkoman, pero la segunda al Türkmen, donde nos soltó con una rapidez que poco más y nos da una patada en el culo para agilizar la salida.
El Türkmen es un hotel con una pinta bastante cutre, pero con encargados muy majos que nos dirigieron amablemente al Turkoman. La verdad es que hoy estamos teniendo una suerte increíble, porque al llegar nos dijeron en recepción que sólo les quedaba una habitación libre, la mejor del hotel, con las mejores vistas, la suite que daban para los que venían de luna de miel.
La vista desde la terraza es muy bonita, se ve directamente la Mezquita Azul. Nos obsequiaron con un café turco de bienvenida (posos incluidos) que a mí me gustó muchísimo.
Salimos a dar una vuelta por Sultanahmed. Como estamos en el Ramadán, decir que hay mucha gente es poco. Esperamos que en las fotos se vea parte de lo que era aquello. Lo que se supone que es el tranquilo barrio de Sultanahmed se ha convertido en un hormiguero vibrante. Los jardines que separan la Mezquita Azul de Santa Sofia están llenos de chiringuitos (muy bien montados porque imitan piedra) y gente ocupando hasta el último milímetro de césped de los jardines. Hay luces y música y todas las familias están sentadas haciendo picnic que traen de casa o compran de los chiringuitos. Nosotros nos compramos una panolla de maíz y un helado de chocolate y nos pusimos a buscar uno de los restaurantes que recomendaba la guía por sus vistas.
Fuimos hasta allí, pero como no había sito en la terraza decidimos cambiar. Volvimos a la Mezquita Azul para ver si había empezado un espectáculo de luces y sonido, pero no hubo nada. Suponemos que se cancelará durante el Ramadán. No habrá espectáculo, pero hay música árabe todavía ahora (que ya son las 23.00). Como no encontramos sitio mejor volvimos al primero dispuestos a comer en la terraza de la calle, pero el camarero nos dijo que ahora teníamos sitio en el tejado así que cenamos también con unas vistas buenísimas.
Aprovechamos ahora en el hotel para conectarnos a internet porque es gratis y bastante rápido... y mañana será otra historia.