De Éfeso a Pérgamo
- lectura de 5 minutos - 875 palabrasÉfeso (Ephesus)
Madrugamos porque queríamos evitar las hordas de turistas y el calor infernal que se avecinaba… y lo conseguimos. Al despertarnos el del hotel nos dijo que revisáramos la rueda del coche, lo cual aguó un poco el macrodesayuno que ofrecían (como innovación hoy tuvimos huevos fritos y Claudio pidió té al que tuvo que echar 8 terrones de azúcar).
Fuimos andando hasta el yacimiento (unos 3.5 km) y Claudio se compró un sombrero a la entrada porque no le parecía apropiado ponerse el gorrito florido que habíamos preparado la noche anterior.
Éfeso era una ciudad enorme, la tercera en importancia de la zona después de Jerusalén y Antioquía. Primero vivieron los griegos y luego la ocuparon los romanos, haciendo de ella la capital de la provincia de Asia. Todavía se puede ver lo grandiosa que era la ciudad. Se conservan bastante bien dos calles que eran muy anchas y con columnas a los lados. El teatro y la biblioteca de Celso eran espectaculares.
Después de visitar el yacimiento, que nos llevó menos tiempo del planeado, decidimos (esta vez culpa de Ceci que se fió de las guías) ir a ver la cueva de los Siete Durmientes. Cuenta la leyenda que siete cristianos que huían de los herejes se metieron en la cueva a dormir, pero que alguien les bloqueó la entrada con una piedra. Al parecer hubo un terremoto y se resquebrajó y los cristianos aparecieron dos siglos después en un tiempo en el que el cristianismo ya era religión oficial. Muy bonita la historia, pero muy cansado el camino a la cueva, bajo un sol infernal. La cueva oculta una necrópolis en ruinas y poco más. Para volver nos habíamos alejado mucho del camino, así que cruzamos por un camino campo a través entre olivos y aparecimos en un cementerio musulmán (en el que por lo que vimos es típico plantar flores y otras plantas encima de la tumba). Si todos son así, la verdad que son mucho más bonitos y menos tétricos que los cristianos.
Una vez de vuelta al hotel cogimos el coche y fuimos a la gasolinera más cercana a repostar y a inflar las ruedas.
Foça
Como nos quedaba todo el día por delante decidimos ir a Foça a comer. Foça es un pueblo de pescadores bastante agradable, tipo Cudillero pero en llano y más grande. Comimos muy bien y muy barato (sobre todo lo último) y probamos un tipo de pide (pizza turca con carne)
Dimos una vuelta por el pueblecito y nos acercamos a la oficina de turismo para preguntar cómo se llegaba a la playa (la guía recomendaba una). El señor muy majo nos dio un mapa y nos dijo que podíamos ir a las de pago o buscar alguna calita o playa pequeña por el camino.
Encontramos una calita recóndita. Dejamos el coche apartado de la carretera (para acceder a otras playas había que dejarlo casi en el arcén y luego bajar un acantilado) y bajamos por unos caminitos hasta el mar. El sitio era precioso y estábamos solos. La única pega es que una de las calas estaba un poco sucia (por ser suaves). Dejamos las cosas entre las rocas y nos dimos un baño en el Egeo. La idea a priori era buena pero costó más de lo pensado porque bajamos sin chanclas y el fondo estaba lleno de rocas cubiertas de algas que resbalaban y erizos que pinchaban (Claudio da fe de ello). Aún así fue un baño refrescante y el agua de color turquesa estaba limpísima por lo que podíamos ver el fondo. Pasamos toda la tarde allí y dormimos la siesta en las rocas donde montamos un campamento con las toallas.
Bergama (Pérgamo)
Tuvimos mucha suerte de encontrar el hotel porque es una ciudad de 50000 habitantes, el GPS no tiene las calles y el mapa de la guía no trae los nombres. Llegamos a la primera y sin rodeos. Nos quedamos en la mansión y para entrar hay que coger una llave tamaño maxi, 20 cm de largo, que requiere un módulo para aprender a usarla (el de la recepción hizo salir a Claudio para que practicara a abrir y cerrar la puerta). El sitio por cierto, se llama Athena Pansiyon.
Para cenar intentamos encontrar alguno de los sitios de la guía siguiendo el plano sin calles (que tampoco habrían ayudado mucho porque en Turquía no se estila poner placas con los nombres de las calles) pero fue inútil. Como ya era de noche, Ceci iba bastante intranquila porque a pesar de ir tapada la miraban de arriba a abajo todos los hombres que pasaban. Intentamos pedir indicaciones para llegar en un supermercado pero no nos quedó nada claro lo que nos dijo así que entramos en un bar que había por el camino en el que estaban echando un partido de fútbol. Yo tuve que pedir algo ligero porque algo me sentó mal algo de la comida o del desayuno de ayer y estoy bastante revuelto. Sea lo que sea lo que me haya sentado mal, estaba cojonudo.
Volvimos rápido al hotel y mañana iremos a la oficina de turismo a pedir un mapa para ver si nos orientamos mejor y encontramos los restaurantes y lugares recomendados.