De Bodrum a Selçuk
- lectura de 5 minutos - 908 palabrasBodrum
No madrugamos mucho y nos lo tomamos con calma. Desayuno abundante en el que el tomate era especialmente bueno y ¡los huevos eran blancos! Y después un baño en la piscina del hotel muy refrescante.
Con la excusa de comprar protector solar y un gorrito fuimos a ver Bodrum. Encontramos las dos cosas, pero el gorrito se lo llevó Ceci. Costó 5 euros pero empezaron siendo 15, el vendedor regateaba sólo y acabó diciendo “give me five euro and i give you any hat you want”. Nos acercamos hasta el castillo pero no entramos, hacía mucho calor y no teníamos tanto tiempo.
Türkbükü
Este es el sitio donde veranea la jet set turca. Queríamos verlo. Como dicen las guías está claramente dividido en dos zonas, una rica y otra no tan rica. En la rica hay unas terrazas / muelles / cafeterías muy tranquilas que son una pasada. Habríamos tomado algo, pero nos habríamos dejado el presupuesto del viaje entero. Había unos cuantos yates fondeados frente a la costa.
Cerca de los muelles había unas lanchitas de pescadores. Allí metimos los pies en agua para poder decir que nos habíamos mojado en el Mediterráneo turco.
Altikun
De Türkbükü íbamos a ir directamente a Didima pero como íbamos a llegar muy tarde decidimos ir a Altikun, que tiene una de las playas más famosas de Turquía y está a 4 km de distancia. Altikun es un lugar precioso que los ingleses se han encargado de fastidiar al máximo. Han conseguido convertir una playa bonita en un Benidorm, pero todavía peor. La impresión cuando llegas es que quieres salir de allí corriendo, aunque mejora un poco en la playa. Curiosamente tiene bandera azul y es cierto que el agua está muy limpia (y a una temperatura perfecta, porque no queríamos salir de allí), pero la arena está bastante sucia.
Comimos allí en un chiringuito con camareros que dejaban de servir las mesas para ponerse a bailar o a jugar al volleyball. Encima nos dieron pepsi por cocacola (eso sí, el tomate volvió a estar muy bueno y fue muy barato).
Didima
Nuestra intención era visitar Didima (allí está lo que queda del Oráculo de Didima), Mileto y Priene, pero como salimos muy tarde tuvimos que escoger y decidimos ir a Priene que se supone que es la mejor conservada y más espectacular de las tres.
No obstante, de la que salíamos paramos en la carretera e hicimos unas fotos.
Priene
El GPS indicaba un camino y el gobierno turco otro. Hicimos caso a las indicaciones de la carretera porque en el GPS no habíamos marcado Priene sino una ciudad cercana. El problema es que nos metió por una carretera en la que hacía falta un buen 4x4 y nosotros sólo teníamos nuestro Ford Fiesta de ruedas desgastadas. A mitad de trayecto, el camino se hizo intransitable y nos encontramos atascados entre una furgoneta y un coche de turistas turcos. Nos tuvimos que meter en un olivar para dar la vuelta, con la inestimable colaboración de unos turcos muy amables que hasta empujaron el coche para sacarlo de unos baches. La rueda delantera derecha está perfectamente esmerilada y el olor a quemado que salía del coche se quedó entre nosotros por mucho tiempo. Eso sí, Claudio es un genio y consiguió sacar el coche de allí.
Haciendo caso al GPS sí que llegamos a Priene. La verdad es que no decepcionó. Es una ciudad griega grande que estaba encima de un acantilado (ahora el mar está a 15 km de la ciudad). Las vistas desde el Templo de Atenea eran muy bonitas (¡y menudas columnas que usaban!). Hasta entramos en el gimnasio donde Claudio practicó el lanzamiento de piedra, aunque en realidad fracasó.
Al estadio y al gimnasio inferior no pudimos bajar y fue una pena porque nos quedamos sin ver los grifos con cabeza de león que al parecer todavía se conservan.
El teatro estaba en muy buen estado y Claudio amablemente le sacó un par de fotos a un turista que vagaba solo por la zona.
Selçuk
Tardamos un rato en encontrar el hotel porque en Turquía los números de las calles van por manzanas o algo así. La organización es muy extraña, va por calles y manzanas y todavía no tenemos claro cómo funciona el sistema.
Selçuk es una ciudad muy agradable, con mucha zona peatonal. El hotel se llama Nilya y es muy bonito. Además está muy bien localizado, al lado de la mezquita IsaBey y el Castillo de San Juan, que son dos monumentos de la ciudad.
Fuimos a cenar a un lugar recomendado por las dos guías, pegadito al hotel. Es una parcela enorme, con un jardín muy bonito y cuidado en el que que hay como casetas (como pequeños porches) distribuidas entre los árboles. Por fin había un camarero que hablaba bien inglés (muy majo además) que nos preguntó cómo queríamos comer y le dijimos que en el suelo, para probar la costumbre alaturka.
Pedimos comida típica turca: Kebaps, parrillada de carnes y pollo con especias turcas y un pisto que estaba riquísimo. Lo más extraño fue el postre: nos atrevimos a pedir ayran, un postre típico turco que lleva yogur, agua y sal. Se puede tomar, no es tan asqueroso como suena (rico para un día caluroso). Además pedimos unos crêpes (no nos acordamos del nombre turco) con plátano y chocolate hechos a la parrilla que para no variar estaban muy buenos.